domingo, 27 de diciembre de 2015

El camino de vuelta

Aunque eran ya altas horas de la madrugada, los trabajadores se aferraban a sus últimas horas de sueño antes de comenzar su jornada.  Las luces de las farolas iluminaban escasamente su camino entorpecido por una niebla, que si bien no era demasiado densa tampoco dejaba ver más allá de los escasos diez metros.
Maldecía sus ganas de fiesta y el hecho de haberse quedado hasta el final en la discoteca provocando que ahora tuviera que volver sola a su piso. No dejaba de repetirse a sí misma que debía haberse vuelto con sus compañera; aunque, más que por recriminarse lo hacía para escuchar algo más que sonido de sus pasos.
Un escalofrío le recorrió la columna deteniendo no solo la retahíla de palabras que escapaban de sus labios en un murmullo, sino también sus pasos. Su corazón comenzó a latir frenéticamente amenazando con salir de su pecho. Volvió a caminar rezando por que aquello solo fuera su imaginación...no lo era. Sus pasos ya no eran los únicos que se escuchaban.
Se giró reuniendo un valor del que carecía para no ver nada. El aire quedó retenido en sus pulmones. A su mente acudieron imágenes, noticias de chicas desaparecidas. Expulsó el aire de forma inconsciente tomando su cuerpo la iniciativa de huir de allí. Cuando sus pensamientos se desbloquearon se encontró a sí misma corriendo hacia su portal, cuyo camino nunca le pareció tan largo como en aquellos instantes. Con la respiración entrecortada giraba la cabeza de vez en cuando intentando vislumbrar a su persecutor pero no veía nada, ni siquiera una sombra. Quería gritar, pedir ayuda; no obstante, no era capaz de articular palabra.
No sabía de quién huía, tampoco estaba completamente segura de que alguien le persiguiera mas su instinto le instaba a escapar.  Cuando vio la puerta del bloque se sintió erróneamente a salvo.
Perdió el bolso, las llaves, el móvil....todo en el forcejeo intentando liberarse.  Cuando consiguió zafarse, lo hizo con un punzante dolor en el abdomen. No sabía adonde dirigirse, solo quería alejarse de allí y de quien fuera que le había asaltado. Conforme más corría más menguaba aquel dolor, tal vez por la adrenalina que en aquel momento liberaba su cuerpo, tal vez no. Pero ahí estaban de nuevo el eco de aquellos pasos que la perseguían atormentándola dentro de aquella niebla en la que, sin saberlo, se encontraba atrapada.






N/A:Para aquellos que leyeron  Los caminantes en la niebla encontraran aquí algo familiar en ambos relatos.


jueves, 10 de diciembre de 2015

La verdad

Cuando finalmente comprendió el motivo, cuando descubrió La verdad prefirió no haberlo hecho. Deseaba volver a vivir en la ignorancia, feliz en esa farsa a la que llamaban vida pero era demasiado tarde.
Se había convertido en una loca.
La única capaz de ver en un mundo de ciegos, la única capaz de oír en un mundo de sordos que no quería escuchar sus cuerdas palabras.
Su castigo por la curiosidad no fue la muerte, sino algo mucho peor: la más absoluta soledad. 

lunes, 7 de diciembre de 2015

Callejero

Sentando en uno de los escalones del portal veo caer las gotas de lluvia. El cielo está negro igual que los adoquines, igual que el frío suelo donde estoy. También está sucio, lleno de colillas y chicles pegados, alguna lata de refresco y bolsas de plástico vacías que en algún momento contenía productos salados. Arrugo la nariz y sacudo la cabeza cuando una gota me salpica haciéndome retroceder un poco, pegándome más a la puerta. No me gustaba el agua, me mojaba la piel y hacía que el frío se calara aún más en mis huesos. Creo que hoy dormiré aquí, al menos es un lugar seco; pienso mientras me acurruco en una esquina en busca de mi propio calor. Volvía a llegar esa época del año donde las noches eran cada vez más largas y frías, donde cada día la supervivencia se hacía más difícil y ver de nuevo salir el sol era una victoria contra la muerte. Eramos muchos los que vagábamos por la calle; algunos nacieron bajo estas condiciones, a otros nos abandonaron sin motivo aparente. No era sencillo vivir así, más para aquellos que antes tenía una casa, un lugar donde dormir y una comida asegurada. Ahora lo único que te mantenía respirando era la desconfianza. La desconfianza y robar pero eso no era sencillo, la mayoría de las veces podía conformarte con rebuscar algún alimento en los cubos de basura. Es sorprendente la cantidad de comida que pueden tirar y aún es comestible; sin embargo, eso no hacía las cosas más sencillas. Debías pelear contra otros por ese trozo de pescado a medio comer o por esa lata casi vacía donde prácticamente lo único que quedaba era el olor de lo que alguna vez hubo.Además, por razones que desconozco, solíamos ser blanco de mucha agresiones. Nos lanzaban piedras, nos pegaban patadas o nos lanzaban al río. Muchos murieron así, no sabían nadar. Unos pasos procedentes del interior del edificio me ponen en alerta, me acurruco aún más esperando no ser descubierto pero atento a lo que pueda pasar. La puerta se abre y de ella veo salir a un hombre, lo que más temo y a la vez es más frecuente ocurre, en cuanto me ve alza la pierna dispuesto a darme una patada. Con agilidad y rapidez consigo esquivarla por poco y salgo corriendo de allí, ya no llueve pero el manto blanco que cubre las calles dificulta mi avance. Noto el frío recorrer mis músculos entumecidos, siento dolor a causa de la humedad también; no obstante, no me detengo hasta llegar a un callejón bastante alejado de aquel portal. El olor no es agradable y pronto me doy cuenta que no debería estar allí. El territorio está marcado, una figura esparce su sombre tras de mí. Me giro veloz y me preparo para luchar, el perro que hay frente a mi es enorme, me dobla en tamaño y me muestras sus fauces de forma amenazadora. No tengo escapatoria y sé que no ganaré esta pelea. Mis días acabarán aquí, una muerte poco digna sobre un charco de sangre al que nadie hará caso hasta pasados unos días cuando el olor de mi cuerpo en descomposición sea tan repugnante que obliguen a retirarlo de aquí, entonces ya no sé que será de él aunque para ese entonces ya no tendrá demasiada importancia.  El animal se lanza sobre mi y pese a que intento esquivarlo y huir no lo consigo, grito y peleo esperando que alguien venga en mi auxilio pero es una esperanza vana. Nadie vendrá a ayudarme. Nadie vendrá a salvar a un gato callejero.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Niñez

Era un sueño roto. Una ilusión olvidada. Un suspiro vacío. Una sombra en la noche. Una voz muda. Un tren de madera parado, una muñeca polvorienta, una casa de juguete deshabitada. Eran unos ojos pequeños y un pelo enredado. Una sonrisa mellada. Era una cara sucia y ropa cubierta de barro. Era la niñez olvidada que esperaba ansiosa que volvieran a recordarla. Miraba con el ceño fruncido aquel extraño reflejo de quien era, nada similar a lo que esperaba.
Y se cruzaba de brazos. Y gritaba. Y pataleaba a la espera de una respuesta mejor que el silencio. 
Pese a llevar así muchos años no desistía, no menguaban sus fuerzas, ni sus ansias, ni sus esperanzas de ser, de nuevo, escuchada.


lunes, 2 de noviembre de 2015

Mil y una vida entre páginas

Cerró los ojos sintió la brisa del mar y el romper de las olas. Se deleitó con el aroma salado que impregnaba el aire, ese que era tan único del océano. Escuchó las ballenas a lo lejos y se dejó marear por el vaivén del barco.
Sintió la presión del agua alrededor y como ésta le taponaba los oídos. Percibió el sosiego que se escondía bajo la superficie y observó desviarse los rayos del sola al atravesar las aguas, observó también las burbujas de aire ascender y a los peces mirarla con curiosidad. Sintió la arena bajo sus pies y como su rostro se perlaba de sudor por el calor del desierto. Se relajó con la soledad y tranquilidad que transmitía, al igual que lo hacía la montaña y dejó que las brumas que ocultaban su cumbres jugaran entre sus dedos convirtiéndose en briznas de hierba que la acariciaban. Escuchó el susurro del viento entre las hojas, el rumor de un río y el golpear de una cascada contra las rocas. Y olió la tierra mojada y la humedad cuando las primeras gotas comenzaron a caer; tembló, tembló con la caía del primer rayo y cuando la nieve enfrió su piel erizándola.
Entonces abrió los ojos.
Seguía parada frente al expositor de la calle, el cielo gris presagiaba una tormenta que no tardaría en llegar. Los transeúntes se apresuraban a su destino ignorando lo que ocurría a su alrededor, embotados en su monotonía, una obligación impuesta por ellos mismos que debían cumplir.
Decepcionada ante la realidad siguió observando aquella diversidad de libros sin decidirse cuál comprar.Tantas eran las aventuras que se escondían entre aquellas páginas, tantos los misterios que jugaban entre las letras y tantos los paisajes que podía descubrir....Le parecía estúpido y hasta inverosímil que fueran tan pocos los que se atrevían a cruzar el umbral de la realidad, los que de algún modo vivían más allá del rol que se habían formado, los que, en definitiva, no se conformaban viviendo una monotonía.









                                                      (la imagen la obtuve de internet)

sábado, 31 de octubre de 2015

Su última noche.

Había bebido, tal vez en exceso pero que más daba. Al fin y al cabo era Halloween, una fiesta como otra cualquiera, una excusa para emboracharse, para gasta dinero, para disfrazarse y disfrazar las casas y para ir molestando pidiendo golosinas.
Iban dando tumbos. ¿Brujas? ¿Muertos vivientes? ¿Demonios? Solo eran tonterías para asustar a los niños pequeños.
Necesitó pararse y apoyarse en una pared, el mundo giraba tan deprisa que los mareos y las náuseas le hicieron vomitar. Se llevó la mano al bolsillo en busca de su móvil, llamaría a un taxi para volver a casa...si es que se acordaba de donde vivía, claro. Necesitó parpadear varias veces para conseguir enfocar pero su vista se nublaba y volvía borrosa constantemente, además no recordaba cuál era el patrón de desbloqueo y para su desgracia había perdido la cartera. Bueno. ¡Qué más daba! No vivía tan lejos, ¿o sí?
Caminaba como si el suelo se inclinara hacia un extremo y otro de forma alternativa.
Cuando se bebió las últimas copas pensando que no pasaría nada, que así adquiriría el valor suficiente para acercarse a esa chica que no dejaba de mirarle y que estaba tan buena, no tuvo en cuenta las múltiples consecuencias que eso traería consigo.
Se desplomó en el suelo, cansado, tal vez si echara una cabezadita luego se encontraría mejor, por cierto, ¿dónde se había metido la chica? La siguió hasta fuera pero luego la perdió de vista. ¡Qué más daba! Ya la encontraría después, preguntaría a sus amigos, seguro que ellos sabrían quién era.
Empezaba a tener frío.
Tal vez si no hubiera bebido tanto se fuese percatado de que al salir persiguiendo a esa chica se equivocó de calle.
Tal vez si no hubiera bebido tanto podría haberse percatado de que aquellas sombras que confundió con objetos eran personas y de que le estaban atracando. Entonces se habría dado cuenta de que la navaja aún seguía clavada en su abdomen y que todo el camino que llevaba recorrido fue dejando tras de sí un rastro de sangre.
Tal vez si no hubiera estado tan borracho se hubiera percatado de cómo le añadían una sustancia blanca a su copa y de que todo esto era una trampa.
La chica en la que se fijó se acercó a él y le levantó la cabeza con delicadeza, era de una belleza exótica, extraña y embrujante.
Sonrió al verla pero rápidamente esa sonrisa desapareció al ver como su carne empezaba a descomponerse, como su carne comenzaba a necrosar y a sentir como sus dedos se volvían afiladas garras que se clavaban en su piel y revolvía sus entrañas.
Tal vez si no hubiera sido tan escéptico se hubiera percatado de que aquel ser no pertenecía a su mundo, de que solo había sido una víctima para un ser maldito cuya extrema belleza era su condena y cuya juventud solo podía mantenerse alimentándose de las vísceras de cualquier mortal.
Tal vez si hubiera sabido a aquella iba a ser su última noche podría haber intentado burlar a la muerte...o puede que no. ¡Qué más daba! Si al final todos morían igual, pensó con la mente nublada por el alcohol y la droga.
Cuando al día siguiente encontraron su cuerpo, no pudieron reconocerle. No solo le quitaron todos sus órganos vitales, le habían arrancado el rostro también. Lo enterraron sin funeral, sin lápida, sin lugar al que acudir pero, que más daba, tan solo era uno de tantas personas que vivían allí.
Tal vez si hubiera sido su hermano, primo, amigo...la ceremonia hubiera sido diferente; no obstante, una vez muerto, ¡qué más daba!

jueves, 27 de agosto de 2015

El último viaje

Continuación de La elección de los muertos
4º parte y final de Caminantes en la niebla

(la imagen no me pertenece)



Tenía miedo, mucho miedo. Subir significaría aceptar que había muerto y él quería hacer tantas cosas pero tampoco podía huir; no quería convertirse en un ser, una sombra como las que había visto.
Miró de nuevo a la Muerte y tomó una decisión. Las puertas se cerraron tras él y tren comenzó su viaje sin retorno, silencio.
Sin dirigirle una sola mirada la Dama Negra comenzó a avanzar por el primer vagón, él la siguió sin articular palabra; no dieron más de diez pasos cuando se pararon. En el primer vagón había multitud de personas, la mayoría madres con sus hijos -que no llegaba a reconocer a todos-.

—Este es el vagón de tu infancia— dijo con aquella voz carente de sentimientos y emociones— Aquí están todas las personas que llegaste a conocer en algún momento.

Asintió sorprendido de saber que fueron tantas las personas que conoció y tan pocas las que recordaba. Siguieron avanzando hasta el siguiente vagón donde ahí reconoció a todos los pasajeros que estaban sentados. Se trataban de sus profesores, compañeros de clase, amigos...Durante los siguientes vagones la escena se produjo de manera similar: reconocía a personas que conoció en algún momento de su vida -cercana a la muerte-, en algún verano o un amor pasajero pero también se dio cuenta de que cada vez eran menos las personas que quedaban. Durante el viaje fue capaz de percibir algunos recuerdos reflejados en las personas que mirada: olvidados o grabados a fuego en su interior.  Y así fue pasando por las distintas etapas de su vida dándose cuenta de que puede que no todo lo que hubiera hecho mereciera la pena pero se sentía orgulloso de ello. Sabía que su camino había sido corto y que no había tenido la fuerte suficiente para dejar huella, solo era cuestión de tiempo que el recuerdo en que habría de convertirse se perdiera para siempre en las arenas del olvido, como tantos otros.
Finalmente llegó al último vagón -o más bien el primero- allí se encontraban sus padres, sus abuelos, su hermana y su mejor amigo.

—Estás son las personas que siempre te han acompañado a lo largo de tu vida y de las siempre formarás parte.

Creía que tenía más amigos que se preocuparía de él pero la muerte solo había dejado que uno solo se mantuviera a su lado aunque ya no volvieran a verse. Le hubiera gustado tanto despedirse de ellos, decirle adiós o darles las gracias. Miró a la Muerte con una súplica silenciosa en sus ojos, ella asintió. Le bastaron unos minutos para hacerlo, ignoraba si realmente recibirían el mensaje o no; no obstante, el poder hablar con ellos pese a que -probablemente- solo fueran una ilusión fue suficiente para armarle de valor y tranquilizarle. Ahora estaba preparado.
Cuando el tren finalmente paró bajó sin mirar una solo vez atrás, sabía que la Dama Negra no le acompañaría más. El andén donde había bajado era de un níveo mármol casi cegador, era la primera vez que estaba allí pero sabía adonde debía ir. Comenzó a subir las escalera que conducían a la puerta de salida, o lo que él creía que era la salida de la estación. Pronto una cálida luz comenzó a embriagarle, se sentía en como en casa.

Había llegado a su destino.

jueves, 20 de agosto de 2015

La elección de los muertos

Continuación de La estación vacía

(la imagen no me pertenece)

Estaba muerto.
Se sintió angustiado, asustado; el pánico recorría cada parte de su cuerpo, cada recoveco de su mente.
Quería huir, ¿adonde? ¿Dónde ir si estaba...-el solo hecho de pensarlo le daban ganas de vomitar- muerto? ¿Dónde esconderse?
Miles de ideas, pensamientos, azotaron su mente sobreponiéndose unas a otras. Se sentía abrumado.
¿Cuándo? ¿Cómo? Y aunque sabía perfectamente las respuestas a estas preguntas no podía evitar hacérselas. 
¿Por qué a él? ¡No! Era imposible que estuviera muerto.
¡Si ayer mismo había quedado con sus amigos! ¿Realmente fue ayer? Ahora comenzaba a cuestionarlo todo, ¿valía la pena todo lo que había hecho con su vida? ¡Ah! Se lamentaba de tantas cosas...Debería haber ido a aquel festival que se realizó la semana pasada y al que hubo solo un par de días después, ¡maldita sea! Había perdido el tiempo estudiando y todo ¿para qué? Para que si vida hubiera finalizado tan pronto...patético. No era justo. 
La rabia dio paso a la tristeza, le escocían los ojos y no se molestó en tratar de esconder sus lágrimas; las cuales solo limpió al percatarse de la figura que había a su lado.
Supo enseguida de quien, o que, se trataba. No se asemejaba nada a esa calavera encapuchada portando una guadaña, tampoco a otras ilustraciones que había visto de ella. Las facciones de su rostro parecían esculpidas, que era lo único que parecía tangible, todo su cuerpo era etéreo casi como una ilusión. Era bella, era una belleza singular, de otro mundo, incapaz de poder describirse y aunque estaba fascinado a la vez le causaba miedo: a lo que su presencia significaba.

—No quiero morir— le costó articular palabras, casi parecía que debía expulsarlas de su garganta y cuando lo hizo su voz sonó áspera, ronca.

La Muerte no dijo nada, se quedó allí en silencio mirando al frente. Esperando.
No tardó mucho en llegar un tren, silencioso, como si se deslizara sobre las vías no por ellas.
Cuando paró frente a ellos y abrió sus puertas La Muerte le invitó a entrar, titubeó, ella pasó y le extendió la mano; no obstante seguía dudando.
Bajó la mano y habló, no supo calificar que tipo de voz tenía, simplemente no podía hacerlo, era inefable. 

—Te convertirás en uno de ellos.

A su mente acudió la imagen de esas errantes sombras.

—¿Quiénes eran?— se atrevió a preguntar, de nuevo, le costó articular las palabras y tuvo la sensación de tener que expulsarlas.

La Dama negra no respondió inmediatamente.

—En otro tiempo fueron humanos— contestó— Almas sin cuerpo que se negaron a continuar aferrándose a una vida que ya no tenían. Decidieron volver a un mundo al que no pertenecían.

El tren dio el primer y último aviso para subir antes de partir de una estación a la que ya no volvería. 

viernes, 14 de agosto de 2015

La estación vacía

Continuación de Caminantes en la niebla

(esta imagen no me pertenece)

Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo. Empezó a girarse lentamente, olvidándose de su malestar; no obstante, era tal el miedo que sentía que no llegó a realizar el giro completo. Demasiado temeroso por lo que sus ojos pudieran encontrar, quiso olvidarlo y decidió hacerlo encaminando sus pasos hacía el andén cinco donde debía esperar el tren.
Cada vez le dolía más la cabeza y se sentía más mareado, el malestar que sentía era general por todo el cuerpo.
Alguien pasó por su lado, casi chocaba con él pero tuvo los suficientes reflejos como para evitarlo aunque no para verlo. Le gritó, le recriminó que debía tener más cuidado pero solo fue escuchado por las paredes de la estación. Bufó molesto por la actitud de...aquella persona, sombra o , tal vez, ilusión. Ahora dudaba de que hubiera sido real y no solo fruto de su imaginación.
Pronto, la molestia dio paso a la sorpresa al percatarse de que no había nadie en la estación. No se encontró con la mujer mayor que quería aparentar menos edad de la que tenía bajo capaz de maquillaje ni con ninguno de los tenderos que en aquellas horas solía abrir sus pequeños comercios de revisas o souvenirs; tampoco con el viejo que vendía cupones ni con el muchacho que servía en la cafetería , ni siquiera con el funcionario que volvía de trabajar deseoso de ver a su mujer, la cual esperaba un hijo. Se extraño también de no escuchar la vacía voz femenina de megafonía que anunciaba la salida y llegada de trenes; mas, lo que más le inquietó fue no escuchar el sonido de los mismos.
Se paró paró al llegar a su andén mientras observaba a su alrededor buscando alguna seña de vida, ¿se habría equivocado de hora? Levantó la cabeza hacia el reloj de agujas que sobresalía enfrente suya, parecía haberse quedado parado a las 6:47.Sus ojos se quedaron allí clavados, como si hubiera sido hipnotizado.
Escuchó entonces un tren y voces que se volvían gritos histéricos pero le parecían tan lejanos como un sueño.
Fue en aquel momento cuando un doloroso recuerdo acudió a su mente...
La mañana en la que se levantó no se encontraba bien, tenía escalofríos y tal vez febrícula pero debía exponer un trabajo con sus amigos y no podía fallarles. Cuando llegó la estación la fiebre le había subido y los temblores no cesaban. Fue por eso que se acerco demasiado a la vía, fue por eso que la fiebre terminó venciéndole y haciendo que se precipitara sobre los raíles en el momento que llegaba el tren.

miércoles, 12 de agosto de 2015

Caminantes en la niebla

(esta imagen no me pertenece)

Cuando se despertó le dolía la cabeza, a decir verdad le dolía todo el cuerpo; aunque, no recordaba salir de fiesta anoche, lo achacó  a la resaca. Perezosamente se levantó. Sentía cada músculo, cada articulación y hasta cada hueso de su cuerpo entumecidos, era doloroso. Imaginó que tal vez que alcohol que tomo era del malo, de garrafón y que por ello se sentía así. 
Giró el cuello produciendo un extraño y sonoro crujido para mirar por la ventana; no obstante, no alcanzó a ver nada más allá del cristal. Una espesa niebla cubría todo el pueblo, de no ser por la alarma del despertados que había sonado, no sabría discernir si era de día o de noche. 
Se cambió cual autómata, acostumbrado como estaba a esa rutina monótona de casi todas las mañanas.
Titubeó un poco antes de salir a la calle, si estiraba su brazo no era capaz de ver la palma de su mano; por suerte conocía el camino que debía recorrer, tanto como la propia palma de su mano pese a que no fuera capaz de verla. Conocía cada calle y cada bache del lugar donde se había criado, así que ajustándose bien la chaqueta se aventuró al interior de aquella nube.
No tardó mucho en advertir que en su camino lo acompañaban unas sombras grotescas, difusas, tambaleantes que murmuraban palabras más semejantes a gruñidos que al lenguaje humano.
Sonrió de medio lado pensado que no había sido el único en beber demasiado anoche; sin embargo, esa sonrisa desapareció pronto sustituida por una leve mueca de dolor. Cada vez se encontraba peor.
Lamentó y maldijo no poder faltar esa mañana y se prometió a sí mismo que aquella era la última vez que salía de fiesta teniendo que asistir a clase al día siguiente, más si debía estar concentrado en exponer un trabajo que le había llevado meses finalizar como era el caso.
Tomó una bocanada de aire y lo soltó lentamente por la nariz, aún debía coger un tren antes de llegar a la facultad.
Al cruzar las puertas de la estación se percató de una horrible verdad que le hizo temblar...él era el único universitario que cogía aquel tren y la única persona que hacía aquel recorrido durante esa hora de la mañana.

martes, 19 de mayo de 2015

Una verdad de un cualquiera

Había aprendido a ver la vida como un mero espectador sin querer involucrarse demasiado, o al menos así lo intentaba. Quería evitar cualquier lazo que le uniera a las personas pero no podía, de alguna forma los acababa buscando para escapar de esa odiosa y egoísta amiga que era la soledad. Y cada vez que creía encontrarlo se acababa rompiendo y no solo el lazo se reducía al pequeños fragmentos, una parte de él también lo hacía.
Siempre pasaba lo mismo.
Siempre era el mismo final.
Tan acostumbrado estaba ya, que no le importaba recoger sus pedazos y volver a construirse pero nunca quedaba igual. Cada vez que se rompía una pequeña pieza acaba perdida, de ahí esos pequeños agujeros que cada vez se hacían más visibles pero a los ojos ajenos seguía estando entero.
Se preguntaba que había de diferente en él para que las personas no lo aceptaran,  le ignoraran o acabaran por abandonarle.
Quizá fuera su esquiva personalidad que poco a poco acaba recluyéndose cada vez más en sí mismo, ¿cómo no hacerlo si cada vez que daba lo mejor de si  le desechaba igual?
Cansado estaba de esa sonrisa que había tatuado en su rostro, de que todos le dedicaran la misma sonrisa hipócrita.
Cansado estaba de tropezar una y otra vez con la misma piedra y de huir de un enemigo que parecía implacable y que siempre acababa venciéndole de nuevo.
Estaba tan cansado....sin embargo, no se daba por vencido. Seguiría intentándolo, pensaba, aunque eso significara perderse por completo, aunque eso significara no ser volver a capaz de reconstruirse pero esa era su intención y, tal vez, muy probablemente, la realidad fuera otra.

miércoles, 29 de abril de 2015

El cuerpo perfecto

Debido a la carrera que estoy estudiando, intimamente relacionada con la salud, y al trabajo que recientemente una profesora nos ha mandado hacer soy cada vez más consciente de una cosa...
¿Se han dado cuenta de que la mayoría de veces los trastornos alimenticios afectan más a las mujeres que a los hombres? ¿Quién ha decidido que las mujeres debemos estar delgadas para ser atractivas?
Lo peor de todo esto es que ese ideal de belleza propuesto por la sociedad ha calado tan hondo que nos es difícil desprendernos de él.
Las mujeres  que están delgadas quieren estarlo más y las que no están tan delgadas ven como un reto imposible lograr ese canon de belleza,
Eh, pero la cosa no acaba solo ahí, no. ¿Estar solo delgada? Ojalá, debes tener curvas y unos pechos grandes, unos ojos bonitos, unos labios carnosos, un cabello largo y cuidado, unas piernas esbelta...¿se me olvida algo?
Ya no nos basta con un poco de maquillaje para estar "guapas" no, debemos someternos a un estricto régimen para conseguir una ilusión porque el cuerpo perfecto no es más que eso: una ilusión.


Las estadísticas son claras un cerca del 55% de las mujeres sufren trastornos alimenticios frente a un 40% de los hombres, que esa es otra.
¿De dónde sale la idea de que el hombre ha de ser un armario musculado? Alto, de cuerpo atlético, sonrisa perfecta, labios no demasiado finos, cejas no muy poblabas, quizá una barba pero que esté bien cuidada...

Estas ideas nos la han ido inculcando mediante anuncios desde que éramos pequeños proponiendo unos cuerpos imposibles de conseguir porque ni siquiera, la mayoría, de los propios modelos tienen los cuerpos que muestran en las campañas publicitarias, son retocados por photoshop.





Nos preocupamos demasiado por nuestro cuerpo, por la imagen que nos devuelve el espejo....en definitiva por nuestro físico.
Queremos, más bien, pretendemos parecernos a esa actriz/actor o modelos tan guapa o guapo que hemos visto en la televisión en alguna revista sin tener en cuenta que no todos los cuerpo son iguales. Déjenme aclarar, sin tener en cuenta que no todos tenemos la misma constitución. Porque sí señoras y señores nuestro cuerpo, nuestra forma física e incluso nuestro peso varía en función de nuestra constitución y eso es algo que no se puede modificar, deviene de fábrica (no, por favor, no entremos en debates de posibilidades con la cirugía).
Si bien es cierto que podemos modular, que no cambiar, nuestro aspecto a base de ejercicio y comida sana eso de debe convertirse, bajo ningún concepto en una obsesión. Porque será algo que acabe con nosotros.


Fuentes:
-youtube

https://www.google.es/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=video&cd=7&cad=rja&uact=8&ved=0CD4QtwIwBg&url=http%3A%2F%2Fwww.youtube.com%2Fwatch%3Fv%3DDLT0ZrVUrKk&ei=5_FAVdT8BKS17gb_jIDYBQ&usg=AFQjCNFbNwm5AbFvgSLQcdtHSS0OocOUNw&sig2=_MFcTPwX30OW3AIFHoxNrg&bvm=bv.91665533,d.d24

http://www.dmedicina.com/vida-sana/deporte/ejercicio-fisico/2015/04/09/culto-cuerpo-convierte-enfermedad-51357.html



martes, 21 de abril de 2015

"El mensaje"

La imagen que estoy relatando ya la había visto por Internet antes, me gustaría decir que me ha inspirado para escribir (que ciertamente así ha sido) pero simplemente me he limitado a escribir la historia que vemos en las imágenes.

Antes de empezar con el relato decir que la imagen no es mía, simplemente la he tomado prestada así que quiero acreditar los derecho de autor a su respectiva autora o autor.


El obscuro habitáculo donde residía desde hacía años era suficiente para ella, para su descompuesto cuerpo. Aunque había dejado atrás su vida y su belleza ya había desaparecido; aún quedaban albergados en aquel fantasmal corazón los sentimientos que un día tuvo, tan fuertes que casi podía sentir el latir en aquella cavidad vacía.
Con una firme mano, en la que ya no quedaba rastro de piel, solo una delgada falange sostuvo una mariposa tan negra como la oscuridad que la envolvía. 
Pertenecía a la muerte.
Era un recuerdo que revoloteaba entre el olvido y la melancolía.
"Aún no te he olvidado", le pidió que transmitiera su mensaje, que le recordara que mantenía su promesa de amor eterno.
Tal vez se lo diría en un sueño o quizás en un susurro.
Fue lo único que le pidió. Necesitaba hacerle saber que, aunque su marchito cuerpo ya no podía acariciarle ni besarle, seguía pensando en él, anhelando su compañía.
"Él tampoco te ha olvidado", le dijo a su regreso, relatandole lo que sus pequeños ojos habían visto. 
Aunque ya no podía llorar ni sonreír lo hizo. La muerte se lo permitió aquel día.