viernes, 24 de noviembre de 2017

Por decirte adiós



Decidieron pasar la noche allí. Él no llevaba prisa, ya no; ella quería pasar todo el tiempo que pudiera a su lado.

Encendió una hoguera, no sabía si por frío, por mantener a las alimañas que no escuchaba alejadas o simplemente porque necesitaba una luz más allá de la que le proporcionaba la luna. Las sombras retrocedieron y él pareció volverse a un más pálido. 
Se sentaron separados por el pequeño fuego, viéndose a través de las llamas, de alguna forma era más simbólico que casual.
Ella se mantenía cerca de aquel calor, las llamas chispearon, casi parecían vivas como ella; él, en cambio, se hallaba en el límite de la penumbra, abrazado por la muerta oscuridad.

El viento soplaba entre los árboles susurrando un eco perdido en el olvido, en una lengua extraña para la joven pero demasiado familiar para su acompañante. Tenían demasiadas cosas que decirse, que contarse y que gritarse; sin embargo, en aquel momento todo se recudía al vacío, la nada y el mudo consuelo de sus miradas. Pasaron la noche en vela, observando como la distancia creía entre ellos.

Cuando amaneció se encontró sola. A sus pies cenizas y tras las mismas solo árboles, no consiguió hallar ningún rastro que evidenciara su presencia.

Una lágrima recorrió su mejilla y la nostalgia se acomodó en su pecho.