domingo, 10 de abril de 2016

Alicia en...

Despierto confundida, cansada y desorientada, otra vez. 
¿Dónde estoy? ¿Aún sigo soñando? Parpadeo varias veces alejándome de  Morfeo y me incorporo. 
Solo cuando pongo los pies en el suelo sé que se trata de la realidad. Es extraño, a veces, son tan parecidos que me cuesta distinguirlos y , aún así, cuando despierto una extraña sensación me invade, entonces es cuando sé que estoy en el mundo real. 
No sabría describir el tipo de sensación pero no es agradable, no demasiado. Es como una intuición. Sí, creo que podría definirlo como una desagradable intuición. Y no sé por qué me incomoda, al fin y al cabo debería sentirme aliviada, ¿no?  
La voz de mi madre, repitiendo constantemente mi nombre, resuena por toda la escalera y hace que me dé prisa en arreglarme y bajar a desayunar. Antes de salir echo un último vistazo a la habitación para cerciorarme que no me olvido nada, mentalmente hago una lista pero parece borrarse cuando fijo mi vista en el libro que yace sobre el escritorio: era y sigue siendo mi libro favorito, aunque añoro como me hacía sentir de pequeña.
Perdí aquella ilusión infantil, aquella que te hacía creer en hadas, dragones y soñar con mundos fantásticos hace mucho tiempo; ignoro cuando. Supongo que es algo que a todos nos pasa, conforme crecemos la magia del mundo comienza a desaparecer. Puede que realmente nunca estuviera ahí y simplemente cuando comienzan a pasar los años comenzamos a ver con mas nitidez la realidad. 
-Así tiene que ser- me repito diariamente.

¿Cómo es posible que aún sabiendo que estoy despierta todo me parezca tan irreal, tan lejano? 
Mis padres, el aire, las palabras e incluso la taza de té que sostengo entre mis manos me parecen ajenas.

Feliz día del no cumpleaños me parece que dice mi madre.

Levanto la cabeza y la miro: ¿Qué?

Feliz cumpleaños, cariño repite o eso creo ¿No me digas que te has olvidado de tu cumpleaños?pregunta divertida.

Oh, no. Por supuesto que no sonrío. Es cierto, hoy era mi cumpleaños Gracias.

Tu regalo está en el salón.

No hacía falta que me regalaseis nada

No seas modesta. Anda, ábrelo antes de irte a clase. 

Asiento y tras dejar la taza sobre la mesa me dirijo al salón. Sobre el sofá reposa un paquete envuelto en papel de regalo rojo y negro. Lo desenvuelvo con cuidado: se trata de un vestido rojo.

Lo escogí azul porque creo que ese color te favorece le oigo decir.

¿Azul? Vuelvo a mirar el vestido, efectivamente es azul.
Suele pasarme a menudo. Confundir las palabras de las personas, los colores verlos distintos, ¡incluso he llegado a ver una cuchara enfadarse, levantarse e irse! 
Cada vez me pasa menos o puede que ya me haya acostumbrado demasiado. Mi madre dice que eso es un exceso de imaginación.

Todo ocurre con tediosidad. El tiempo pasa lentamente alargándose, estirándose como un chicle en el reloj. Las clases, los apuntes, los libros me resultan demasiado aburridos. No sé por qué debo estudiar, mejor dicho, no sé para qué. Ignoro, todavía, que es lo que quiero hacer. No quiero tener que estar sometida, en mi futuro, a un trabajo diario para poder pagar así facturas y más facturas, y una hipoteca. Y casarme. Y tener hijos. Pero es lo que hay que hacer: tener una casa, un trabajo.
-Así tiene que ser- me repito diariamente.
Me parece recordar que una vez oí a alguien decir que no importaba el camino si no sabía dónde ir.

Cuando llego de nuevo a casa tengo la sensación de que acabo de salir, pese a lo largo que se me ha hecho el día, ahora me parece como si todo hubiera transcurrido a la velocidad de un suspiro.
Escucho ruidos en una de las salas del pasillo pero prefiero dejar mis cosas en la escalera antes de subir e ir a la cocina para comer algo. Cuando lo hago me encuentro con un extraño gato de sonrisa inquietante sobre el frigorífico, que no deja de mirarme. Desaparece con un gesto de su cola para aparecer detrás mía sentado cual esfinge. 

A la Reina le gusta cortar cabezasdice y su voz suena sardónica.

Puede que la mía la haya perdido ya susurro.

Entonces vente. Aquí estamos todos locos replica y comienza a reír No llegues tardese despide desapareciendo como antes.

Puede que lo haga.

Alicia irrumpe mi hermana ¿Con quién hablabas? me mira preocupada.

Solo pensaba en voz alta contesto para tranquilizarla aunque me parece que no se lo cree.

Subo a mi cuarto y me tumbo en la cama. No entiendo por qué. Por qué me pasa esto y mucho menos por qué no puede ser real ¿Quién estableció lo que puede o no puede ser real? ¿Quién delimitó la locura?
Quiero dormir pero tengo miedo de hacerlo. De no ser capaz de distinguir ya la realidad de la fantasía. Y, sin embargo, por más que intento resistirme el sueño termina venciéndome.

Corro. Estoy corriendo descalza por un bosque: veo los árboles alzarse a mi paso, sus troncos en intricadas estructuras, la hierva en mis pies, enorme setas a mi alrededor y olorosas y peculiares flores en el camino. No huyo, no estoy asustada; estoy jugando al escondite con dos chicos. Dos gemelos extravagantes. De pronto la escucho:

¡Qué le corten la cabeza!oigo el filo del objeto cortante en el aire.

Despierto asustada y bañada en un sudor frío.

¿Otra pesadilla, Alicia? me pregunta el hombre sentado en mi escritorio con su gran sombrero y una taza de té en las manos.

No lo sé. Creo estar soñando aún me levanto para ir al baño y lavarme la cara con agua fría. 

Cuando vuelvo el hombre ya no está y sé que he despertado. Hoy no tengo clases, así que mi hermana me ha propuesto que esta tarde vayamos al parque a merendar. Hace tiempo que no hacemos ninguna actividad juntas, por ello acepto de inmediato. Puede ser divertido.

Y así resulta ser. La tarde pasa amena entre risas y confidencias. Entonces lo veo pasar: un conejo blanco con un traje gritando que es tarde, muy tarde, mientras mira su reloj.

Es tarde repito olvidándome de mi hermana, de donde estoy, centrándome solo en el animal hasta perderle de vista.

Es verdad contesta mi hermana Es tarde, volvamos ya.

Camino ausente de vuelta, perdida en las realidades que me rodean. Intentado averiguar cuál es la verdadera, cuál la fantasía.
Esa noche vuelvo a soñar; no obstante, no estoy en aquel bosque. Me encuentro en un lugar siniestro y misterioso rodeada de espejos. En ellos decenas de Alicias que me miran y yo les devuelvo la mirada.
Preguntándome si soy yo quien produce el reflejo o solo uno más y si es así, de todas ellas quién es la verdadera.
Alzo la cabeza y solo ve obscuridad pero aún así soy capaz de descubrir la verdad y, al hacerlo, formulo en silencio mi pregunta.

Alicia fue capaz de mirar más allá de lo que le rodeaba, más allá de lo que le cubría, más allá de estas palabras que se escriben y miró directamente a la autora.
Me miró.
Supe en su cristalina mirada cuál era su pregunta. ¿Qué realidad debía elegir? ¿Aquella que a trazos de ilusiones invocaba su infancia y la libertad? ¿Su presente en el debía preocuparse por el futuro? ¿O en la que era solo un personaje literario?
La observé devolviéndole la mirada y con ella una respuesta. La que tanto ansiaba.


Le dejé elegir.