miércoles, 20 de diciembre de 2017

Un antiguo recuerdo



El hombre se sienta, donde siempre, en una mesa al fondo y solo pide un café. Como siempre.

Las sombras se desparraman a su alrededor, un aire de nostalgia le rodea. Sus manos tiemblan y, sin saber por qué, te descubres con la certeza de conocer que en otro tiempo fueron firmes y seguras. Tiene los ojos hundidos y el rostro en un rictus de evasión perpetuo, como si el vivir fuese una condena eterna de la cual debe estar agradecido. Cada una de sus arrugas cuenta historias que jamás podrías imaginar y, aquellos pequeños iris que apenas ya ven, observaron al hombre ser más monstruo que humano. Te acercas con cuidado, más temeroso de molestarle con la pregunta que quieres formular que por su huraño gesto al verte.

Las palabras se te atragantan en la garganta, quieres hablarle de un tiempo que nadie parece querer recordar, demasiado antiguo para unas heridas que aún sangran.

El aroma a café inunda el ambiente o eso te parece a ti, te sientas frente a él y dejas el portátil a un lado. Antes de que puedas decir nada comienza a hablar, como si te hubiera estado esperado. A ti o cualquiera que quisiera escuchar una historia, su historia o la de muchos otros anónimos.

Imagínate despertar con el olor a ceniza y fuego que te llegan no de muy lejos. Miras a tu alrededor pero solo vislumbras escombros, restos de lo que antes fueron muebles, cristales rotos y lo que pudo ser una pared o una entrada. Sobre tu cabeza el cielo está gris pero es un gris opaco casi negro y poco tiene que ver con el color de las nubes que anuncian tormenta.

Te levantas desde tu escondite aún con el miedo palpitando dentro de ti, lo notas al igual que tu respiración y aunque no quieras, aunque quieras deshacerte de él, sabes que ha sido lo que te ha mantenido con vida hasta ahora.

El aire es pesado y está lleno de polvo, te cuesta respirar y una sola bocanada significa dolor. Notas como si te abrasaran el pecho desde el interior, sientes como todas y cada unas de tus articulaciones te duelen por el frío, tienes los músculos entumecidos. Desconoces cuánto tiempo has podido pasar en esa incómoda posición: acuclillado, arrinconado como un animal. Sabes que tu cuerpo no soportará mucho más, todo esto se está convirtiendo en un esfuerzo físico demasiado intenso para ti.  Agudizas el oído pero no se escucha nada, te mantienes así unos instantes más hasta ratificar que es verdad; que tras ese débil muro donde te escondes no hay nadie. Nada. Te asomas y solo consigues ver como la ceniza cubre todo con un manto parecido a la nieve, descubres que también está en el aire y es la causa de que no puedas respirar. No muy lejos de ti un edificio aún permanece en llamas, mas no hay en su interior alguien que pueda gritar. Ya no.

Caminas con paso trémulo preguntándote cómo es que aún sigues con vida. Buscas de manera desesperada a alguien más, del bando amigo, claro. Pero, ¿qué bando es ese?
Tropiezas con un brazo semisepultado, apesta a carne quemada y ya queda poco de esa extremidad que no esté cubierta por una capa negruzca. Aunque solo ves algo más allá de la muñeca apartas la mirada asqueado, desconoces si era de hombre o mujer y prefieres seguir ignorándolo.

El ruido de un motor te pone en alerta, se acerca demasiado rápido. Tu instinto de supervivencia se activa y buscas rápidamente un lugar donde guarecerte. Dudas de que sean
ellos, ya han acabado con todo aquí. Aún así no quieres correr ningún riesgo. El coche se para, quizás es una furgoneta o tal vez un camión pequeño, estás tan asustado que no has sido capaz de distinguir el sonido. Oye como se baja alguien y cuentas: una, dos y tres. Tres personas parecen dirigirse hacia donde estás. La certeza de una muerte que tanto has intentado evitar, inusualmente, te da una tranquilidad que no imaginabas; sin embargo, temes lo que te puedan hacer. Tienes claro que no hablarás pese que, para empezar, no sabes demasiado.

La revolución empezó tarde, sí. Quizá demasiado tarde y por ello todo ha acontecido así pero sabes que debe seguir hacia delante. No puede acabar con su victoria, no pueden quedar impunes.

Cierras los ojos cuando les notas a tu lado y rezas, si es que de verdad existe algún dios, por que te disparen en el acto.

No ocurre.

No sucede nada.

Abres los ojos y les miras, un suspiro de alivio escapa de tus labios y las lágrimas inundan tus ojos. Ríes, lloras, te sientes aliviado y la vez frustrado y enojado. No es el enemigo, no es tú enemigo. Te ayudan a levantarte y te advierten que hay que salir de ahí lo más rápido posible. Eres el único superviviente. Mas de 500 muertes, sin distinción de hombre, mujer, niño o anciano.

Si no pueden tener al pueblo drogado lo someterán. Si no pueden mantenerlo entretenido para controlarlo a su gusto lo hará mediante el terror.

Sí, debimos habernos levantado mucho antes. Podíamos haber tomado las calles cuando las cosas empezaron a torcerse, cuando empezaron a abusar de ellos, cuando la brecha social empezó a hacerse mayor. Debimos movilizarnos entonces, puede que así hubiésemos tenido una mejor posibilidad.


Cuando terminó de hablar su voz se apagó de golpe, como cuando alguien quita de pronto la radio o la televisión. Pero no lo notas, sigues pensado en sus palabras, en lo que te ha contado y hasta que no te quedas solo, hasta que el camarero no te pregunta si quieres algo, no te das cuenta.

Una taza vacía y una lección a la que nunca prestaste importancia, hasta hoy, son tu única compañía durante ese café que pides, mientras descubres como la venda que tenías se ha caído.