Continuación de La elección de los muertos
4º parte y final de Caminantes en la niebla
(la imagen no me pertenece)
Tenía miedo, mucho miedo. Subir significaría aceptar que
había muerto y él quería hacer tantas cosas pero tampoco podía huir; no quería
convertirse en un ser, una sombra como las que había visto.
Miró de nuevo a la Muerte y tomó una decisión. Las puertas
se cerraron tras él y tren comenzó su viaje sin retorno, silencio.
Sin dirigirle una sola mirada la Dama Negra comenzó a
avanzar por el primer vagón, él la siguió sin articular palabra; no dieron más
de diez pasos cuando se pararon. En el primer vagón había multitud de personas,
la mayoría madres con sus hijos -que no llegaba a reconocer a todos-.
—Este es el vagón de tu infancia— dijo con aquella voz carente de sentimientos y emociones— Aquí están todas las personas que llegaste a conocer en algún momento.
Asintió sorprendido de saber que fueron tantas las personas que conoció y tan pocas las que recordaba. Siguieron avanzando hasta el siguiente vagón donde ahí reconoció a todos los pasajeros que estaban sentados. Se trataban de sus profesores, compañeros de clase, amigos...Durante los siguientes vagones la escena se produjo de manera similar: reconocía a personas que conoció en algún momento de su vida -cercana a la muerte-, en algún verano o un amor pasajero pero también se dio cuenta de que cada vez eran menos las personas que quedaban. Durante el viaje fue capaz de percibir algunos recuerdos reflejados en las personas que mirada: olvidados o grabados a fuego en su interior. Y así fue pasando por las distintas etapas de su vida dándose cuenta de que puede que no todo lo que hubiera hecho mereciera la pena pero se sentía orgulloso de ello. Sabía que su camino había sido corto y que no había tenido la fuerte suficiente para dejar huella, solo era cuestión de tiempo que el recuerdo en que habría de convertirse se perdiera para siempre en las arenas del olvido, como tantos otros.
Finalmente llegó al último vagón -o más bien el primero-
allí se encontraban sus padres, sus abuelos, su hermana y su mejor amigo.
—Estás son las personas que siempre te han acompañado a lo largo de tu vida y de las siempre formarás parte.
Creía que tenía más amigos que se preocuparía de él pero la muerte solo había dejado que uno solo se mantuviera a su lado aunque ya no volvieran a verse. Le hubiera gustado tanto despedirse de ellos, decirle adiós o darles las gracias. Miró a la Muerte con una súplica silenciosa en sus ojos, ella asintió. Le bastaron unos minutos para hacerlo, ignoraba si realmente recibirían el mensaje o no; no obstante, el poder hablar con ellos pese a que -probablemente- solo fueran una ilusión fue suficiente para armarle de valor y tranquilizarle. Ahora estaba preparado.
Cuando el tren finalmente paró bajó sin mirar una solo vez
atrás, sabía que la Dama Negra no le acompañaría más. El andén donde había
bajado era de un níveo mármol casi cegador, era la primera vez que estaba allí
pero sabía adonde debía ir. Comenzó a subir las escalera que conducían a la
puerta de salida, o lo que él creía que era la salida de la estación. Pronto
una cálida luz comenzó a embriagarle, se sentía en como en casa.
Había llegado a su destino.