sábado, 31 de octubre de 2015

Su última noche.

Había bebido, tal vez en exceso pero que más daba. Al fin y al cabo era Halloween, una fiesta como otra cualquiera, una excusa para emboracharse, para gasta dinero, para disfrazarse y disfrazar las casas y para ir molestando pidiendo golosinas.
Iban dando tumbos. ¿Brujas? ¿Muertos vivientes? ¿Demonios? Solo eran tonterías para asustar a los niños pequeños.
Necesitó pararse y apoyarse en una pared, el mundo giraba tan deprisa que los mareos y las náuseas le hicieron vomitar. Se llevó la mano al bolsillo en busca de su móvil, llamaría a un taxi para volver a casa...si es que se acordaba de donde vivía, claro. Necesitó parpadear varias veces para conseguir enfocar pero su vista se nublaba y volvía borrosa constantemente, además no recordaba cuál era el patrón de desbloqueo y para su desgracia había perdido la cartera. Bueno. ¡Qué más daba! No vivía tan lejos, ¿o sí?
Caminaba como si el suelo se inclinara hacia un extremo y otro de forma alternativa.
Cuando se bebió las últimas copas pensando que no pasaría nada, que así adquiriría el valor suficiente para acercarse a esa chica que no dejaba de mirarle y que estaba tan buena, no tuvo en cuenta las múltiples consecuencias que eso traería consigo.
Se desplomó en el suelo, cansado, tal vez si echara una cabezadita luego se encontraría mejor, por cierto, ¿dónde se había metido la chica? La siguió hasta fuera pero luego la perdió de vista. ¡Qué más daba! Ya la encontraría después, preguntaría a sus amigos, seguro que ellos sabrían quién era.
Empezaba a tener frío.
Tal vez si no hubiera bebido tanto se fuese percatado de que al salir persiguiendo a esa chica se equivocó de calle.
Tal vez si no hubiera bebido tanto podría haberse percatado de que aquellas sombras que confundió con objetos eran personas y de que le estaban atracando. Entonces se habría dado cuenta de que la navaja aún seguía clavada en su abdomen y que todo el camino que llevaba recorrido fue dejando tras de sí un rastro de sangre.
Tal vez si no hubiera estado tan borracho se hubiera percatado de cómo le añadían una sustancia blanca a su copa y de que todo esto era una trampa.
La chica en la que se fijó se acercó a él y le levantó la cabeza con delicadeza, era de una belleza exótica, extraña y embrujante.
Sonrió al verla pero rápidamente esa sonrisa desapareció al ver como su carne empezaba a descomponerse, como su carne comenzaba a necrosar y a sentir como sus dedos se volvían afiladas garras que se clavaban en su piel y revolvía sus entrañas.
Tal vez si no hubiera sido tan escéptico se hubiera percatado de que aquel ser no pertenecía a su mundo, de que solo había sido una víctima para un ser maldito cuya extrema belleza era su condena y cuya juventud solo podía mantenerse alimentándose de las vísceras de cualquier mortal.
Tal vez si hubiera sabido a aquella iba a ser su última noche podría haber intentado burlar a la muerte...o puede que no. ¡Qué más daba! Si al final todos morían igual, pensó con la mente nublada por el alcohol y la droga.
Cuando al día siguiente encontraron su cuerpo, no pudieron reconocerle. No solo le quitaron todos sus órganos vitales, le habían arrancado el rostro también. Lo enterraron sin funeral, sin lápida, sin lugar al que acudir pero, que más daba, tan solo era uno de tantas personas que vivían allí.
Tal vez si hubiera sido su hermano, primo, amigo...la ceremonia hubiera sido diferente; no obstante, una vez muerto, ¡qué más daba!