jueves, 25 de agosto de 2016

Justicia muda


Seguía sentado en un rincón de aquella casita de madera perdida en mitad de la nada. Ni siquiera sabía cuánto tiempo llevaba ahí, ¿una hora o dos? Quizá minutos, lo ignoraba.
El reloj de pulsera que siempre llevaba consigo se había roto al caer al suelo, tampoco ayudaba mucho el paisaje que se veía a través de los sucios cristales de la ventana. Tal vez el tiempo se hubiera detenido.
La paz que se respiraba en el lugar era desgarrada por los sentimientos de culpa y el silencio que golpeaba sus tímpanos.
No se atrevía a levantar la cabeza, oculta entre sus rodillas y brazos; y aún con los ojos cerrados, aquella visión le atormentaba.
Solo había hecho justicia. Había matado al hombre que destrozó la casa de su hermano, que mató a la abuela de la niña de roja caperuza, que intentó robar o secuestrar a siete niños...
La puerta de madera se abrió, sigilosa, dejando entrar a un muchacho de físico similar al suyo, cuyos ojos se posaron en el inerte cuerpo que yacía sobre el suelo. La sangre y el agujero de bala sobre su cráneo delataban que ya nada podía hacer por él: aunque tampoco lo hubiera intentado.
Cogió el arma del crimen y la guardó. Ni siquiera preguntó qué había pasado o cómo había llegado a aquella situación.
En silencio y sin apenas esfuerzo sacó a su hermano de allí, dejando el cadáver atrás.
Nadie lo buscaría, nadie haría preguntas, nadie investigaría. Había cazado al lobo feroz de los cuentos, ¿quién le condenaría?




N/A: He rescatado esta pequeña historia, que escribí hace tiempo, de las sombras del olvido. La hice para responder a una pregunta de ask y, no sé, cuando la he vuelto a ver me ha apetecido publicarla por aquí.

lunes, 15 de agosto de 2016

El monstruo bajo la cama

El ser demoníaco que vivía bajo su cama tenía enormes zarpas en vez de manos, unas largas y afiladas garras capaces de cortarle la piel en un simple arañazo.
Tenía unos brazos finos y largos pero muy fuertes y resistentes; al igual que sus piernas.
Sus pies eran ágiles, capaces de adherirse a cualquier superficie. Era por ello que no debía salir bajo ningún concepto del refugio que eran sus sábanas una vez se apagaba la luz; podía moverse a cualquier otra parte de la habitación y atacarle entonces.

El ser que habitaba bajo su cama tenía el cuerpo cubierto de un negro pelaje capaz de absorber pequeños haces de luz, de nada servía la fragilidad de una linterna contra él.
Tenía una cara blanca cual porcelana y una boca repleta de afilados colmillos, que ocultaba su pequeña nariz.

Sus ojos era abismos repletos de desesperación y miedo, capaces de dejar a cualquiera paralizado.

Con el tiempo comprendió que no había ningún monstruo allí.
Vivían a su alrededor, disfrazados de humanos.

miércoles, 3 de agosto de 2016

Somos

Somos una cáscara de carne y hueso.
Somos fragmentos de tiempo que nos han ido dejando, un puzzle de momentos: intensos, breves, irrisorios, efímeros, dolorosos, alegres, eternos, olvidados...
Somos un poco de esperanza prestada, un cúmulo de miedos, un laberinto de dudas. Un reflejo confuso, tal vez, esperpéntico.
Somos sonrisas: mentirosas, sinceras, tristes, usadas.
Somos lágrimas de alegría y llantos desconsolados.
Somos una paradoja, una realidad, una ilusión. Un corazón que bombea sangre, que siente, que está vacío. Almas que buscan compañía o la encuentran en la soledad.
Somos la voluntad que nos mueve hacia un objetivo, los sueños que ansiamos, las metas que queremos. 
Somos ecos lejanos que aún resuenan, silencios sosegados. Miradas esquivas, alientos perdidos, pensamientos encontrados.