sábado, 10 de diciembre de 2016

El último mensaje antes del olvido

Cuando nuestros recuerdos se borran, ¿en quién nos convertimos?
Cuando aquello que nos identifica, que nos da una razón de ser se desvanece, ¿qué opción tenemos?
Cuando todo lo que nos rodea se vuelve un lugar extraño y las personas rostros anodinos, ¿qué nos queda?


—No lo habrás olvidado, ¿verdad?— preguntó con incertidumbre pese a conocer la respuesta.


—Jamás podría hacerlo— respondió con decisión y un tanto de molestia por la duda —¿Y tú?— también conocía la respuesta.


—Nunca.


Él sonrió complacido al escucharla. Las arrugas de su rostro desvelaban una edad mayor de la que recordaba tener y sus manos se aferraban con fuerza a la butaca para evitar el temblor que le invadía, quizá por miedo de que descubriera la verdad, tal vez porque él mismo se la quería negar.


Pero mentía.
Claro que lo había olvidado, así como también olvidó y olvidaría otras cosas.
Lo sabía y ella también, por eso se le partía el alma al mentirle; por ello se le rompía el corazón cuando fingía creerle.
Desde que le diagnosticaron la enfermedad cualquier esperanza que pudiera alberga se esfumó.
Todos sus recuerdos: sus vida, su familia, sus hijos y hasta su nombre acabaría por desaparecer.

Y hasta se olvidaría de ella.
Quiso divorciarse, no quería hacerle daño, verla sufrir por su culpa, aunque no fuera consciente pero no se lo permitió. Aquella mujer a la que juró amar hasta la muerte quiso permanecer a su lado.
Ella se encargaba de sus recuerdos, de devolvérselos. Cada mañana con paciencia, en cada pequeño descuido. Porque de momento solo ella era lo único que permanecía cuando se olvidaba de todo, era la cuerda a la que aferrarse para no perderse. Un faro cuya luz empezaba a apagarse, porque tarde o temprano también la acabaría por olvidar.
Ambos lo sabían; no obstante, actuaban como sin no fuese a ser así.
Por eso aquel día se levantó con una decisión. Aunque era una cobardía y no solucionaría nada requería de toda su valentía.

Se marchó.

Se fue sin saber adonde, sin llevar nada más que el dinero para llegar lo más lejos posible. Partió a sabiendas que tarde o temprano le encontraría...o lo harían con su cuerpo.
Llevaba consigo su identificación, si conseguía su objetivo, alejarse todo lo posible y esconderse, cuando llegasen a descubrirle -quizá en algún mortuorio- ella podría dejar de buscarle. 
Cuando salió por la puerta solo dejó una nota tras de si.

"Siempre tuyo y contigo"