lunes, 29 de mayo de 2017

De problemas y "ciegos"

Dicen que ojos que no ven corazón que no siente, y así parece ser.  Nos afanamos en ver una realidad que nos agrade, una única realidad, e ignorar los problemas que nos pueden preocupar, que nos pueden dejar noches sin dormir convirtiendo las horas en un lento avance lleno de inquietudes.
Vemos aquello que nos alegra y hace felices, somos capaces de buscar en la más mísera desgracia un motivo para sonreír porque de otra forma nos es imposible aceptar lo que está pasando.
Cuando eso ocurre el suelo sobre el pisamos se derrumba llevándonos a un abismo del que nos creemos incapaces de salir, no sabemos cómo reaccionar o qué hacer. Y aún así negamos aceptar esa situación buscando al culpable en otro lado para finalmente acabar dándonos de bruces con esa realidad que tanto evitábamos. Parece que el miedo nos invade y la madurez nos abandona volviéndonos pequeños niños indefensos en busca de apoyo y protección.
Solo porque no somos capaces de enfrentar los problemas que se nos presentarn, sean consecuencia directa o no de nuestras acciones; al superar,aunque sea de forma irrisoria, nuestras expectativas. Huimos, corremos lejos de ellos solos para lograr que estos se vuelvan más fuertes; sin embargo, el error radica en que somos nosotros quienes nos cansamos de escapar.
Tal vez, desprendiéndonos de la venda que nos colocamos, si mirásemos  de vez en cuando al problema directamente, sería más fácil encontrar una solución. Antes de esperar que, como si fuese la lluvia, ésta nos cayese del cielo.
Ahí, en ese instante se halla nuestra fuerza, de la cual solo cuando más hundidos estamos descubrimos tener.

martes, 2 de mayo de 2017

Del olvido al recuerdo

Hubo un tiempo en que llegó a enorgullecerse de su pálida piel, de sus misteriosos ojos y de su majestuoso traje ahora arrugado y cubierto de polvo.
Hubo un tiempo en el que creyó ser feliz; sin embargo, esa falsa ilusión acabó desapareciendo.

El tiempo que veía pasar a través de la ventana corría a su alrededor sin llegar a tocarla. Contemplaba las hojas de los árboles teñirse de color y desprenderse para luego volver a brotar vestidas de verde.
Nunca entendió el concepto de muerte aunque sabía que tenía un color cálido: rojo, marrón o amarillo, variando entre ellos; también, que podía ser fría y blanca. Conocía el color de la vida, esa pequeña explosión de matices que se asomaba desde su ventana pero tampoco la entendía.

Para ella todos los días eran iguales; no obstante, fuera de esa habitación no era así.

Pudo ver como ,con un breve temblor, la última hora de la rama se desprendía mas no la vio caer.
Sintió como la tomaban en brazos y la colocaban en una silla frente a un espejo. Mantenía los ojos fijos en su reflejo, esos castaños iris que no aportaban ninguna calidez. Indiferentes ante todo, imperturbables al igual que su rostro; daban la sensación de estar vacíos.

Hacía tanto tiempo que no sentía el roce de una caricia hasta aquella tarde en la que, de pronto, volvió a removerse algo en su interior, ¿ilusión? ¿Esperanza? Tal vez un atisbo de la felicidad que imaginó sentir, quizás aquello que llamaban alegría.
Notaba como alguien le peinaba aunque no podía verle, ¿quién era? Tenía una voz dulce y aguda.

De pronto escuchó un grito, alguien más había entrado. Esa nueva voz se le antojaba familiar, la había escuchado antes pese a no ser la misma, parecía modificada; como un piano que lleva años sin afinarse. Era un tono distinto mas estaba segura de haberla oído en otra época.
Nota como se pelean y como su pequeño cuerpecillo se tambalea antes de chocar contra el suelo fragmetándose en diminutas piezas, pequeñas memorias que se pierden.
Y, sin embargo, sus ojos se mantienen iguales. Perdidos ahora en la lejanía de una niña que solloza por su muñeca de porcelana rota.