miércoles, 20 de diciembre de 2017

Un antiguo recuerdo



El hombre se sienta, donde siempre, en una mesa al fondo y solo pide un café. Como siempre.

Las sombras se desparraman a su alrededor, un aire de nostalgia le rodea. Sus manos tiemblan y, sin saber por qué, te descubres con la certeza de conocer que en otro tiempo fueron firmes y seguras. Tiene los ojos hundidos y el rostro en un rictus de evasión perpetuo, como si el vivir fuese una condena eterna de la cual debe estar agradecido. Cada una de sus arrugas cuenta historias que jamás podrías imaginar y, aquellos pequeños iris que apenas ya ven, observaron al hombre ser más monstruo que humano. Te acercas con cuidado, más temeroso de molestarle con la pregunta que quieres formular que por su huraño gesto al verte.

Las palabras se te atragantan en la garganta, quieres hablarle de un tiempo que nadie parece querer recordar, demasiado antiguo para unas heridas que aún sangran.

El aroma a café inunda el ambiente o eso te parece a ti, te sientas frente a él y dejas el portátil a un lado. Antes de que puedas decir nada comienza a hablar, como si te hubiera estado esperado. A ti o cualquiera que quisiera escuchar una historia, su historia o la de muchos otros anónimos.

Imagínate despertar con el olor a ceniza y fuego que te llegan no de muy lejos. Miras a tu alrededor pero solo vislumbras escombros, restos de lo que antes fueron muebles, cristales rotos y lo que pudo ser una pared o una entrada. Sobre tu cabeza el cielo está gris pero es un gris opaco casi negro y poco tiene que ver con el color de las nubes que anuncian tormenta.

Te levantas desde tu escondite aún con el miedo palpitando dentro de ti, lo notas al igual que tu respiración y aunque no quieras, aunque quieras deshacerte de él, sabes que ha sido lo que te ha mantenido con vida hasta ahora.

El aire es pesado y está lleno de polvo, te cuesta respirar y una sola bocanada significa dolor. Notas como si te abrasaran el pecho desde el interior, sientes como todas y cada unas de tus articulaciones te duelen por el frío, tienes los músculos entumecidos. Desconoces cuánto tiempo has podido pasar en esa incómoda posición: acuclillado, arrinconado como un animal. Sabes que tu cuerpo no soportará mucho más, todo esto se está convirtiendo en un esfuerzo físico demasiado intenso para ti.  Agudizas el oído pero no se escucha nada, te mantienes así unos instantes más hasta ratificar que es verdad; que tras ese débil muro donde te escondes no hay nadie. Nada. Te asomas y solo consigues ver como la ceniza cubre todo con un manto parecido a la nieve, descubres que también está en el aire y es la causa de que no puedas respirar. No muy lejos de ti un edificio aún permanece en llamas, mas no hay en su interior alguien que pueda gritar. Ya no.

Caminas con paso trémulo preguntándote cómo es que aún sigues con vida. Buscas de manera desesperada a alguien más, del bando amigo, claro. Pero, ¿qué bando es ese?
Tropiezas con un brazo semisepultado, apesta a carne quemada y ya queda poco de esa extremidad que no esté cubierta por una capa negruzca. Aunque solo ves algo más allá de la muñeca apartas la mirada asqueado, desconoces si era de hombre o mujer y prefieres seguir ignorándolo.

El ruido de un motor te pone en alerta, se acerca demasiado rápido. Tu instinto de supervivencia se activa y buscas rápidamente un lugar donde guarecerte. Dudas de que sean
ellos, ya han acabado con todo aquí. Aún así no quieres correr ningún riesgo. El coche se para, quizás es una furgoneta o tal vez un camión pequeño, estás tan asustado que no has sido capaz de distinguir el sonido. Oye como se baja alguien y cuentas: una, dos y tres. Tres personas parecen dirigirse hacia donde estás. La certeza de una muerte que tanto has intentado evitar, inusualmente, te da una tranquilidad que no imaginabas; sin embargo, temes lo que te puedan hacer. Tienes claro que no hablarás pese que, para empezar, no sabes demasiado.

La revolución empezó tarde, sí. Quizá demasiado tarde y por ello todo ha acontecido así pero sabes que debe seguir hacia delante. No puede acabar con su victoria, no pueden quedar impunes.

Cierras los ojos cuando les notas a tu lado y rezas, si es que de verdad existe algún dios, por que te disparen en el acto.

No ocurre.

No sucede nada.

Abres los ojos y les miras, un suspiro de alivio escapa de tus labios y las lágrimas inundan tus ojos. Ríes, lloras, te sientes aliviado y la vez frustrado y enojado. No es el enemigo, no es tú enemigo. Te ayudan a levantarte y te advierten que hay que salir de ahí lo más rápido posible. Eres el único superviviente. Mas de 500 muertes, sin distinción de hombre, mujer, niño o anciano.

Si no pueden tener al pueblo drogado lo someterán. Si no pueden mantenerlo entretenido para controlarlo a su gusto lo hará mediante el terror.

Sí, debimos habernos levantado mucho antes. Podíamos haber tomado las calles cuando las cosas empezaron a torcerse, cuando empezaron a abusar de ellos, cuando la brecha social empezó a hacerse mayor. Debimos movilizarnos entonces, puede que así hubiésemos tenido una mejor posibilidad.


Cuando terminó de hablar su voz se apagó de golpe, como cuando alguien quita de pronto la radio o la televisión. Pero no lo notas, sigues pensado en sus palabras, en lo que te ha contado y hasta que no te quedas solo, hasta que el camarero no te pregunta si quieres algo, no te das cuenta.

Una taza vacía y una lección a la que nunca prestaste importancia, hasta hoy, son tu única compañía durante ese café que pides, mientras descubres como la venda que tenías se ha caído.



viernes, 24 de noviembre de 2017

Por decirte adiós



Decidieron pasar la noche allí. Él no llevaba prisa, ya no; ella quería pasar todo el tiempo que pudiera a su lado.

Encendió una hoguera, no sabía si por frío, por mantener a las alimañas que no escuchaba alejadas o simplemente porque necesitaba una luz más allá de la que le proporcionaba la luna. Las sombras retrocedieron y él pareció volverse a un más pálido. 
Se sentaron separados por el pequeño fuego, viéndose a través de las llamas, de alguna forma era más simbólico que casual.
Ella se mantenía cerca de aquel calor, las llamas chispearon, casi parecían vivas como ella; él, en cambio, se hallaba en el límite de la penumbra, abrazado por la muerta oscuridad.

El viento soplaba entre los árboles susurrando un eco perdido en el olvido, en una lengua extraña para la joven pero demasiado familiar para su acompañante. Tenían demasiadas cosas que decirse, que contarse y que gritarse; sin embargo, en aquel momento todo se recudía al vacío, la nada y el mudo consuelo de sus miradas. Pasaron la noche en vela, observando como la distancia creía entre ellos.

Cuando amaneció se encontró sola. A sus pies cenizas y tras las mismas solo árboles, no consiguió hallar ningún rastro que evidenciara su presencia.

Una lágrima recorrió su mejilla y la nostalgia se acomodó en su pecho.



lunes, 16 de octubre de 2017

Chillido

Siempre le gustó estudiar, se pasaba horas en la biblioteca leyendo todo tipo de libros. Le gustaban las ciencias más que las letras. eran las exactas; sin embargo, su asignatura preferida era la filosofía. Aprendió a replantearse muchas de las ideas en las que creía firmemente y empezó a obsesionarse con una: conocer la verdad absoluta. Descubrir lo que se ocultaba tras el velo de la ignorancia

Tal fue su empeño que al final lo consiguió, encontró una forma oculta y olvidada perteneciente a una civilización tan antigua que ni las historias, mitos cuentos o leyendas hablaban de ella.
No le costó demasiado dar con ello (una vez halló al información necesaria) pese a que las ruinas estaban ocultas por las vegetación, destrozadas por el tiempo y enterradas en un lugar que ya no existía. Sus cálculos fueron exactos.

Con la paciencia de quien sabe que lo que espera encontrar se deslizó hasta llegar a la cámara que debía. Antes de entrar observó lo que no pudo discernir si se trataban de esculturas, símbolos o simples adornos esculpidos en la pared pero tampoco le preocupó mucho, cuando volviera sabría que eran.

No se detuvo un solo instante a cuestionarse el motivo por el que aquella antigua cultura desapareció de tal forma que era cómo si jamás hubiera existido, ni siquiera que aquellos extraños grabados pudieran ser una advertencia.
El único legado que dejaron, que prueba que fueron reales y no producto de un extraño sueño, se ha modificado con el tiempo hasta el punto de convertirse en una frase banal.

"La curiosidad mató al gato"

Había escuchado esa frase con anterioridad, no lo llegó a relacionar, lo único que pensaba era que, de ser así, habría merecido la pena.

Tomó aquel arcaico objeto entre sus manos, por un segundo pensó en Pandora y su caja, titubeó antes de abrirlo.
Nada salió como tenía planeado.
Sí, finalmente fue capaz de conseguir el conocimiento buscado pero aun precio demasiado alto.
Gritó ante lo que acababa de descubrir y su chillido quebró demasiadas cosas, entre ellas su mente; no obstante, no llegó a romperse. Quedó repleta de pequeñas fisuras por las que locura y racionalidad se mezclaban, pequeñas grietas entre las cuales lo mágico y real, vida y muerte se unían.
Se perdió en el laberinto que formó su mente.




N/A: Este breve relato se trata de un micro que escribí en twitter pero un poco más largo.
Si a alguien le interesa lo escribí para el concurso  de Escritores Malditos (@LMDEscritor), si os gusta escribir os recomiendo pasaron por allí.

viernes, 29 de septiembre de 2017

¿De qué están compuestos los suspiros?

De palabras no dichas, de gritos atragantados,
deseos no cumplidos y sueños rotos.
Y anhelos, tristeza y melancolía.
Y  de cansancio, desasosiego y desesperanza. 

De momentos pasados que nos roban el aliento 
y de situaciones presentes que nos dejan sin él.
De miedo hacia el futuro.

Pero también lo hay, aunque muy fugitivos, 
de amor y valor.
De perseverancia y decisión.




jueves, 17 de agosto de 2017

Toska



¿Qué es lo que puede hacer que una persona acabe así? Parecía consumida pero no de forma física… no. No tenía los ojos hundidos ni los pómulos marcados, tampoco esas facciones típicas de quienes parecen estar muertos, convirtiéndose en un ente físico de carne y hueso. Cuando me refiero a que parecía consumida es a que…bueno, no sé si realmente esa es la palabra adecuada para definirla. Diré simplemente que parecía como si su interior , metafóricamente hablando, se hubiera quebrado. Parecía que su alma -siempre he pensado que es ahí donde reside la alegría y felicidad- hubiese muerto. Pero de alguna forma una parte de ella luchaba por mantenerse viva. Creo que podría describirla como la llama de una vela que ya se ha consumido y, aún así, su pálida llama rehúsa extinguirse.

Le rodeaba un aura de nostalgia y tristeza que le hacía parecer mucho mayor de lo que realmente era. Su sonrisa era apenas un amago en sus delicados labios y cuando sonreía solo era por cortesía. La única vez que realmente la vi hacerlo de forma sincera sus ojos chispeaban, parecían más vivos que nunca; por un instante, la vi cómo realmente era o cómo debía ser: era joven, mucho más de lo que creía, y guapa. Pero no del tipo de belleza que uno ve y se queda con la boca abierta, que cuando pasan por tu lado te hacen girarte para seguir viéndola. Nada que ver. Su belleza era mucho más sutil, de quienes parecen del montón,  piensas “no está mal” y sin embargo te hallas buscándola con la mirada para poder volver a verla, te vuelves incapaz de apartarla. También tenía carácter. Sabía imponerse cuando debía y defenderse ella sola pese a que la fuerza física brillaba por su ausencia.

Regentaba una cafetería y jamás escuché una sola palabra mal sonante, pelea o discusión subida de tono en su local. Todo el mundo era bienvenido y te hacía sentir cómo en casa, bueno, era mejor que eso.

Si tuviera que decidir cuál fue mi primer amor sin lugar a dudas sería ella. Fue un amor platónico mas la recuerdo con mucho cariño. Sí, me enamoré de ella sin darme cuenta o sin saberlo; el mejor ejemplo que se me ocurre es compararlo con el sueño, sin darte cuenta acabas dormido, da igual cuánto lo intentes no sabes cuándo. Aunque solo era un adolescente por aquella época, con las hormonas revolucionadas, llegué a quererla de verdad. De una forma en las que pocas veces se quiere. Por ello no podía dejar de observarla y a fuerza de ello me percaté de muchos detalles que solían pasar desapercibidos para la mayoría.

Como he dicho era guapa, muchos hombres se dieron cuenta de ello también, puede que lo que buscaran la mayoría de ellos era su cuerpo. Una forma de saciar sus instintos; no obstante, todos cuantos la pretendieron o se declararon fueron rechazados. A decir verdad nunca la vi con ningún hombre ni mujer. Era alguien solitaria, apenas se paraba a hablar con la gente más allá de un cordial saludo, sin llegar a ser arisca o borde. Su voz no tenía nada de especial, un poco aguda quizá; aunque, siempre que te hablaba lo hacía con cierta ternura. De un modo que te alegraba escucharla, es más, lo buscabas.

No era una persona común. Pude darme cuenta de ello un día de lluvia. La vi de pie en la acera, no llevaba paraguas y no parecía tener prisa por refugiarse en ningún lado. Me acerqué con cierto sigilo, como si temiera que el hacer algún ruido pudiera asustarla y hacer que se marchara -fue ahí también cuando me di cuenta de su belleza-, es una sensación similar a cuando ves a un animal salvaje, te fascina pero sabes que cualquier ruido hará que huya. Cuando estuve a su lado le pregunté si quería mi paraguas, me miró sorprendida como si no esperara que yo estuviese ahí; negó mi ofrecimiento alegando que no le importaba mojarse y marchó.

La vez que me percaté de lo joven que era también llovía. Ese día tenía la cafetería abierta y recuerdo perfectamente que eran ya pasadas las seis cuando ocurrió, en ese momento apenas estábamos unas cinco personas en busca de un lugar acogedor en el que pasar esa tarde. Escuchamos un fuerte golpe proveniente de exterior y al asomarnos vimos a uno de nuestros vecinos golpear a su perro. Le conocíamos, sabíamos que era un hombre violento y que lo mismo le daba golpear un objeto que a un animal, vivía solo desde hacía cuatro años cuando le dejó su mujer. Me hubiera encantado decir que salimos en defensa del animal pero la realidad no fue así, realmente en muy pocas ocasiones las personas se comportan tal y cómo dicen que harían, suelen mirar hacia otro lado y tratar de no meterse por miedo a que a ellas les afecte. Y eso fue lo que ocurrió, miramos a otro lado todos menos ella. Armada de valor salió fuera a defender al animal, fue cuando advertí que no tendría más de treinta años. Discutieron; sin embargo, ella no se amedrentó. Por un instante temí que él fuese capaz de golpearla, pero ella emanaba una fuerza, una…era una sensación extraña. Desde donde estaba no podía verle el rostro aunque sí al indeseable ese y por lo que parecía, de haberlo hecho, seguramente me habría dejado sin respiración. Imponía de una forma en las que solo unas pocas personas saben hacerlo, que sin saber por qué prefieres no enfadar y tratas con respeto. Finalmente ella se quedó con el animal cuando él se marchó, no volvió para reclamarlo.

Llevaba en el pueblo más de medio año y apenas sabíamos de ella, debido a sus pocas intenciones de hablar con los demás vecinos; por ese mismo motivo nos gustaba tanto estar en su cafetería. Sabíamos que pasara lo que pasase ella no diría nada. Es más, tampoco la vi nunca juzgar a nadie o hacer un mal comentario, siquiera un mal gesto o poner mala cara.

Hubo una vez que pasó por el pueblo una muchacha de “extrañas pintas”, al menos así lo era para nosotros. Llevaba el pelo cubierto de rastas y sucio, su ropa no era andrajosa, pero estaba cubierta de remiendos, tenía la tez tostada por el sol y en su rostro se leían los días que pasó en la calle. Llevaba consigo una gran mochila y un perro, que pese a parecer bien cuidado estaba muy delgado, al igual que ella. Cuando entró se escucharon murmullos, puede que estuviera acostumbrada pues ni se inmutó. Se dirigió al mostrador, hablaron unos minutos e ignoro lo que sería pero si sé que pidió un café. Se sentó en una mesa cercana a mi dejando su mochila en una de las sillas, al contrario de lo que pensé que haría, el perro se tumbó a su lado. No había ninguna señal de que prohibieran a los animales, y aun así creí que lo echaría. Al ver que no, que tanto ella como su mascota se quedaban, algunos se levantaron y marcharon. Pude notar entonces que aquello si le molestó, más bien le hirió, pese a que fingiera no darle importancia. Cuando le sirvió el café también le puso un poco de agua al can.

–No le des importancia –escuché que le dijo con una voz dulce, como si le hablara a un niño –La gente suele huir de lo que desconoce. Diría que es miedo –su voz apenas era un susurro inaudible –pero es ignorancia.

No le dijo mucho más y sus palabras parecieron reconfortarla. Por aquel tiempo no la entendí muy bien y pensaba que lo que debería haber hecho era darle un café para llevar y evitar que se sentara, menos aún dejar entrar al perro. Ahora me doy cuenta de lo equivocado que estaba. Mi mundo durante aquellos años era aquel pequeño pueblo, así que sus pensamientos y comportamientos formaban parte de mi. Necesité salir y ver un poco más de mundo para comprender mejor aquella situación: esa mujer era una viajera -una “mochilera”-, había visto más mundo del que yo jamás veré. Ella lo sabía, por ello creo la trató así.

Desconocía y aún sigo sin saber los motivos que le impulsaron a venir sola a nuestro pueblo y marcharse apenas un año después. Pensaba, más por lo que decían en el pueblo que por mí mismo, que fue debido a una profunda desilusión amorosa. Más tarde comprendí que posiblemente fuera un parte del motivo, no todo. Lo descubrí una tarde de otoño en la que el invierno empezaba ya a notarse cerca. Siempre he creído que el otoño la representaba muy bien, una estación nostálgica, que provoca que flores y hojas, que han visto tiempos mejores, se sequen poco a poco a la espera de finalizar su ciclo vital. De alguna manera parecía que a ella le pasaba lo mismo.

Entré en la cafetería para pedir un café para llevar y me sorprendió no ver a nadie.

–Parece que hoy no tienes muchos clientes– dije remarcando lo obvio y sintiéndome idiota inmediatamente por ello.

–Si, eso parece– respondió de forma automática

Me sirvió el café y después de darme el cambio me quedé allí parado.

–¿Quieres algo más? – preguntó con una sonrisa cordial.

–¿Por qué estás siempre sola? – debía de ser una pregunta que me hacía a mí mismo pero la dije en voz alta sin darme cuenta de ello hasta que terminé de pronunciarla.

Pareció sorprendida por mi pregunta. Parpadeó un par de veces y separó los labios para decir algo, no obstante su boca no emitió sonido alguno. Pese a ello, se repuso rápido: –¿Por qué dices eso– cuestionó como si le hablara a un niño cuyo progenitor acaba de morir y pregunta por qué no volverá a verle antes de que nadie le haya dicho nada. Con el temor, la intuición, de que sabe algo, pero desconoces hasta qué punto o si realmente sabe algo.

Reaccioné rápido, sabía que si tenía alguna oportunidad de saber algo de ella sería en aquel momento.

–Porque es la verdad– no se me ocurrió otra cosa que decir– Parece como si te recluyeses en ti misma, como si temiera relacionarte con los demás. Al principio pensé que era timidez, pero llevo muchos días observándote y sé que no es eso– noté como me ruborizaba– Parece como si ocultaras un gran secreto– no sabía muy bien cómo definirlo– Parece no sé, que tuvieras miedo. No– me retracté– Es como si…como si estuvieras triste.

–Como si estuviera triste– repitió igual que alguien que no comprende muy bien lo que acabas de contarle.

–Continuamente– añadí en un hilo de voz.

Tomó aire despacio y lo exhaló lentamente, evaluando la situación en que se encontraba. Meditó un momento sus palabras y sé que titubeó antes de hablar, al hacerlo me miró a los ojos y vi como la duda daba paso a una cierta seguridad y anhelo. Entreví una pequeña oscuridad en ellos, de la misma forma que ocurre cuando vas a revelar aquello que has mantenido oculto durante tanto tiempo, que te podría destruir o es tu mayor miedo. Me mantuve firme e intenté transmitirle confianza, quería que supiera que pasara lo que pasase, daba igual lo que me contara no diría nada. Volvió a suspirar y la oscuridad se disipó, entendí entonces que no me contaría nada.

–He escuchado muchas historias sobre por qué creéis que estoy aquí. Tenéis mucha imaginación a la hora de crear rumores, infundados, de qué ha sido lo que me ha ocurrido– comenzó para mi sorpresa –– Quizá a la mayoría le hayan inspirado las telenovelas que ven o las películas, quizá haya sido por experiencia propia. Sin embargo, ninguna de ella se acerca a la realidad– asentí dándole a entender que le escuchaba– Un amigo mío siempre me decía que es bueno contar aquello que nos preocupa pero no siempre es fácil, ¿verdad? – parecía más un monólogo para sí misma que estuviera contando una historia– Hay situaciones que se reducen a un todo o nada; no obstante, incluso cuando eliges la mejor opción, a veces, los fantasmas del pasado, de lo que has dejado atrás, se mantienen a tu lado apareciendo constantemente. Sé que no se puede huir del pasado, pero si no hay forma de enfrentarlo, ¿cuál es la mejor opción? Creía que, marchándome lejos, intentar partir de cero, podría ayudarme – sus labios se curvaron levemente como si la situación fuese cómica –Parece que me equivoqué.



–¿Un mal amor? – pregunté pese a lo que ella había dicho ya –¿Alguien te hizo daño?



Negó con la cabeza: –Un amor o una pareja, no es la única persona que puede romperte el corazón– puedo asegurar que cuando dijo eso envejeció diez años– Toda persona a la que quieres, que tiene un lugar en tu corazón, que te importa, puede hacerte daño. Es cierto que muchas veces guardamos un lugar especial para la persona que creemos indicada pero…– hizo una pausa buscando las palabras adecuadas o quisiera estar segura de lo que iba a decir– Cuando esa persona aparece y ya estás rota, el mínimo movimiento puede terminar por destruirte.



Como en otras ocasiones no llegué a comprenderla en aquel momento, necesité un poco más de tiempo y de experiencia para lograrlo. Hay cicatrices y heridas demasiado profundas que nunca llegarán a sanar.

Poco después de aquello se marchó. Tal vez buscando, otro, nuevo comienzo o, menos probable, volviendo al lugar en que nacieron sus fantasmas. Sea como fuere cuando se marchó solo dejó una nota. “Cuídenle bien y denle el cariño que otros no supimos darle”.

Fui yo quien quiso hacerse, solo, cargo del perro y creo que el tiempo que vivió fue feliz. Nunca que extraño que, al igual que yo, pareciera echarla de menos. Muchas veces cuando pasábamos delante de la cafetería se paraba con la esperanza de verla y ,a decir verdad, compartía ese sentimiento. Como es normal eso nunca sucedió, las cosas así solo suceden en las películas.



No volví a verla ni a saber de ella, después de tanto tiempo aún la recuerdo mucho más que a otras personas con las que compartí más años de mi vida. Albergo la esperanza que de alguna forma encontrarse el modo de ser feliz aunque es algo que dudo mucho, creo que más bien aprendió a vivir con un corazón demasiado roto como para poder volver a sentir.

N/A: Toska: “en su sentido más profundo y doloroso, una sensación de gran angustia espiritual, a menudo sin una causa específica. En el aspecto menos mórbido es un dolor sordo del alma, un anhelo sin nada que anhelar, una añoranza enferma, una vaga inquietud, agonía mental, ansias. En algunos casos podría ser el deseo por algo o por alguien en particular, la nostalgia, una pena de amor. En su nivel más bajo, se reduce al hastío, al aburrimiento.” 

domingo, 4 de junio de 2017

Resistencia

Y en la más oscura y triste noche, donde el silencio se extiende acallando los susurros  de una batalla perdida; la cual el tiempo se encargará de entregar al olvido, se alza en las sombras una figura.  Erguida y con cierto paso inseguro avanza tambaleándose, intentando librarse de aquellas cadenas que le condenan y retienen. Son voces que se cuelan por sus oídos y se instalan en su interior : "No puedes hacerlo" "Volverás a fracasar" "¿Por qué lo intentas?"; son miradas condescendientes, altaneras, ruines.

Sin embargo, en sus ojos se puede ver la determinación por una victoria imposible.
Aunque los enemigos le golpeen con fuerzas y su cuerpo, su alma, sangren; jamás se rendiría.

Cicatrices, ahora indoloras, le mostraban cuan fuerte se había vuelto. El temor de aquellos que enfrentaba le daba fuerzas para seguir.
No le importaba hallarse solo, al final siempre lo estaba; fantasmas de antiguos compañeros aún le rondaban.Su pérdida le había hecho más daño que golpes certeros, lanzándole de forma directa a un abismo del que le había costado salir; para su desdicha, encontrándose frente a una guerra que no terminaba. No obstante, tenía un objetivo, una meta y lograría cumplirla.

Ni las heridas aún abiertas ni el fulgor de una nueva batalla en el horizonte le amedrentaban.

lunes, 29 de mayo de 2017

De problemas y "ciegos"

Dicen que ojos que no ven corazón que no siente, y así parece ser.  Nos afanamos en ver una realidad que nos agrade, una única realidad, e ignorar los problemas que nos pueden preocupar, que nos pueden dejar noches sin dormir convirtiendo las horas en un lento avance lleno de inquietudes.
Vemos aquello que nos alegra y hace felices, somos capaces de buscar en la más mísera desgracia un motivo para sonreír porque de otra forma nos es imposible aceptar lo que está pasando.
Cuando eso ocurre el suelo sobre el pisamos se derrumba llevándonos a un abismo del que nos creemos incapaces de salir, no sabemos cómo reaccionar o qué hacer. Y aún así negamos aceptar esa situación buscando al culpable en otro lado para finalmente acabar dándonos de bruces con esa realidad que tanto evitábamos. Parece que el miedo nos invade y la madurez nos abandona volviéndonos pequeños niños indefensos en busca de apoyo y protección.
Solo porque no somos capaces de enfrentar los problemas que se nos presentarn, sean consecuencia directa o no de nuestras acciones; al superar,aunque sea de forma irrisoria, nuestras expectativas. Huimos, corremos lejos de ellos solos para lograr que estos se vuelvan más fuertes; sin embargo, el error radica en que somos nosotros quienes nos cansamos de escapar.
Tal vez, desprendiéndonos de la venda que nos colocamos, si mirásemos  de vez en cuando al problema directamente, sería más fácil encontrar una solución. Antes de esperar que, como si fuese la lluvia, ésta nos cayese del cielo.
Ahí, en ese instante se halla nuestra fuerza, de la cual solo cuando más hundidos estamos descubrimos tener.

martes, 2 de mayo de 2017

Del olvido al recuerdo

Hubo un tiempo en que llegó a enorgullecerse de su pálida piel, de sus misteriosos ojos y de su majestuoso traje ahora arrugado y cubierto de polvo.
Hubo un tiempo en el que creyó ser feliz; sin embargo, esa falsa ilusión acabó desapareciendo.

El tiempo que veía pasar a través de la ventana corría a su alrededor sin llegar a tocarla. Contemplaba las hojas de los árboles teñirse de color y desprenderse para luego volver a brotar vestidas de verde.
Nunca entendió el concepto de muerte aunque sabía que tenía un color cálido: rojo, marrón o amarillo, variando entre ellos; también, que podía ser fría y blanca. Conocía el color de la vida, esa pequeña explosión de matices que se asomaba desde su ventana pero tampoco la entendía.

Para ella todos los días eran iguales; no obstante, fuera de esa habitación no era así.

Pudo ver como ,con un breve temblor, la última hora de la rama se desprendía mas no la vio caer.
Sintió como la tomaban en brazos y la colocaban en una silla frente a un espejo. Mantenía los ojos fijos en su reflejo, esos castaños iris que no aportaban ninguna calidez. Indiferentes ante todo, imperturbables al igual que su rostro; daban la sensación de estar vacíos.

Hacía tanto tiempo que no sentía el roce de una caricia hasta aquella tarde en la que, de pronto, volvió a removerse algo en su interior, ¿ilusión? ¿Esperanza? Tal vez un atisbo de la felicidad que imaginó sentir, quizás aquello que llamaban alegría.
Notaba como alguien le peinaba aunque no podía verle, ¿quién era? Tenía una voz dulce y aguda.

De pronto escuchó un grito, alguien más había entrado. Esa nueva voz se le antojaba familiar, la había escuchado antes pese a no ser la misma, parecía modificada; como un piano que lleva años sin afinarse. Era un tono distinto mas estaba segura de haberla oído en otra época.
Nota como se pelean y como su pequeño cuerpecillo se tambalea antes de chocar contra el suelo fragmetándose en diminutas piezas, pequeñas memorias que se pierden.
Y, sin embargo, sus ojos se mantienen iguales. Perdidos ahora en la lejanía de una niña que solloza por su muñeca de porcelana rota.



martes, 18 de abril de 2017

Una melodía sin nombre




Mirando aquella caja de música cuyas notas, delicadas y armónicas, se deslizaban por el diminuto habitáculo en el que estaba; se preguntaba si era posible que una melodía le hiciese recordar algo olvidado o que nunca hubiese vivido.

Acaso era posible tener recuerdos de personas o lugares que no has visitado, añorar a quienes no sabes quién son, se preguntaba. Difuminado con las sombras se hallaban recuerdos que pugnaban por salir, de los cuales solo era capaz de entrever matices: risas, voces, colores…La canción que llegaba de sus labios era dulce, suave, le arrullaba y calmaba aquellos nervios que cada le asaltaban con mayor intensidad. Sin embargo no era capaz de escuchar la letra que se apagaba cada vez más hasta convertirse en acordes.

Cuando la música cesó la penumbra nubló de nuevo su mente. Hastiado, suspiró llevándose las manos a la cabeza. Mantenía los ojos cerrados en un vano esfuerzo por ser capaz de captar algo más, de descubrir una minúscula pista que le ayudase a entender todo lo que estaba pasando. No era capaz de recordar aquella canción que tanto le rondaba la cabeza, era como un mantra que no paraba de repetirse una y otra y otra vez, día y noche. Mediante el cual solo era capaz de dormir –no más de dos horas-; no sabía que en momento exacto empezó aquello pero desde que lo hizo no podía descansar y, extrañamente, su cuerpo no parecía notarlo.


No obstante, lo prefería así. En las extrañas ocasiones que consiguió conciliar el sueño le asaltaba una pesadilla, que como un bucle se repetía, también, de forma constante. Sentía que todo su cuerpo ardía hasta podía notar hervir su sangre, cristales rasgar su ropas y cortar su carne, gritos y alguien llamándole…¿a él? Después de eso se despertaba agitado y nervioso, tan tenso que le dolía todo el cuerpo, solo entonces era capaz de escucharla con mayor claridad; tanto que casi podía discernir algunas palabras mas esa sensación apenas duraba unos segundos.

miércoles, 22 de febrero de 2017

"Te amaré más allá de la muerte"



Aquellas fueron exactamente las palabras que le dijo cuando le pidió matrimonio.

Es curioso el paso del tiempo, no se detiene. Nos afanamos por medirlo, por retenerlo dentro de pequeñas esferas, los cuantificamos y aún así nunca nos es suficiente. Sabemos que avanza, conocemos sus consecuencia, el “terrible” final que nos espera y, pese a eso, nos aterroriza.

Y, después de todo, podía asegurar sin temor ninguno a equivocarse que pese a que sabía que a su contador aún le faltaba tiempo para llegar a cero; lo que más temía, aquello a lo que jamás fue capaz de enfrentarse o siquiera imaginar era estar sin ella.

Su tiempo se acababa.

Eran tantos los recuerdos que habían compartido, momentos únicos que sería capaz de repetir una y mil veces. Quizá no había sido la vida que siempre soñó; no obstante, fue la que jamás pudo desear -o siquiera imaginar- a su lado.

Recordaba cuando la vio por primera vez, pudo jurar que en aquel momento el tiempo se detuvo, un instante, fue tan irrisorio que paso desapercibido para el resto del mundo. Cuando lo conoció descubrió que el mundo no era aquel lugar podrido que pensaba, que había personas por las que merecía la pena luchar.

Cada vez que reía podía asegurar que todo se volvía un poquito mejor, el día dejaba de tener esa tonalidad gris para resplandecer de color. Brillaba, sí, era una de esas personas que son capaces de brillar con luz propia; incluso en la opacidad obscura y putrefacta del tedioso día a día.

O eso le parecía.

La primera vez que la besó fue en su tercera cita. Era una noche en la que el pueblo se había quedado sin luz, se acercó a su casa, a buscarla para hablar con ella o solo para verla; sin embargo, cuando la vio aparecer y el pálido reflejo de la luna difuminarse por su rostro le pareció estar ante una ilusión o un ángel. No pudo resistirlo y, tomándola delicadamente por la cintura, besó sus labios. Notó su cuerpo tensarse bajo sus ásperas manos y esperó un bofetón que nunca llegó.

También recordaba la primera vez que yació con ella, fue después de casarse, en aquellos tiempos era lo habitual. Recordaba la noche de lunas, su cuerpo desnudo parecía haber sido cincelado por los mejores escultores de antaño, verla así en la cama era una imagen más propia de un sueño que de la realidad. Sus manos temblaban en aquel momento, al acariciarla, temía hacerle daño.

Jamás pudo estar tan agradecido como la primera vez que le dio un hijo pensó que no se merecía aquella felicidad y que nada en el mundo podía superarla, que había llegado al culmen pero se equivocaba. Lo comprendió cuando tuvieron a su segunda hija. Después vinieron sus nietos.

Sí, afirmaba ante quien fuese necesario que cada segundo de su vida, junto a ella, había valido.

Por eso, cuando le diagnosticaron aquella enfermedad terminal su mundo se derrumbó. No podía ni iba a dejarla sola. Se lo prometió.

Y mantendría su promesa hasta el final. Hasta aquella noche en la que sabía, su débil llama se apagaría. Le había cogido la mano y se la acariciaba como si entre sus arrugados dedos tuviese una precaria pieza de porcelana; le cantaba una canción cuya letra había olvidado pero recordaba la melodía. Una súbita y apacible calma pareció invadir la estancia, tiñéndola de una lúgubre atmósfera. A los pies de la cama la vio, La Sombra de la Vida, no se parecía a cómo la habían descrito en los libros o mostrado en la películas y cuadros, tenía el rostro oculto y no portaba ninguna arma, sus manos eran étereas apenas visibles. No le tenía miedo, le esperaba. Ambos llevaban tiempo esperándola.

Ella los miró y supo, sin que él tuviera necesidad de suplicar o rogar, que no iba a poder llevarse solo a uno. El amor que los unía iba más allá de su fuerza, aquel lazo no era solo de esta vida terrenal y los reconoció nada más verlos. Para Ella el tiempo desde la última vez fue breve, ellos en cambio no la recordaban y fue toda una vida antes de que la volvieran a ver. No obstante, en ese encuentro había algo de nostálgico. Extendió su mano y ella se incorporó para cogérsela, se sentía mejor e incluso más joven; su otra mano seguía aferrada a la de él. Se giró para mirarle, con cierto temor, por si prefería quedarse, mas sonrió aliviada al verle levantado y acercándose a ella. Tal y como había dicho su amor iba más allá de la muerte y no había nada que pudiera separarlos.



miércoles, 4 de enero de 2017

Caminaba dejando sus huellas en la nieve...

....mientras pequeñas gotas caían de un nublado cielo que hacía días no mostraba rayo alguno del astro rey, lo que provocaba que la sensación de frío fuese mayor. Llevaba una roja bufanda tapando gran parte de su rostro pese a ello era capaz de ver su propia respiración.

Atrás habían quedado las celebraciones de Navidad y Año Nuevo; todo el mundo parecía haberse renovado con el cambio de año, era como si hubiesen abandonado todos sus problemas o como si éstos les hubieran abandonado a ellos, dejando espacio a la esperanza y los buenos deseos. ¿Y ella qué? ¿Qué había pasado con su ilusión? ¿Su alegría? ¿Su optimismo? Sentía su interior casi tan frío como el ambiente.

Decidió alejarse de todos y pasar esas fechas tranquila aunque puede que no hubiese sido tan buena idea. No se encontraba ni sentía tan bien como creía. Suspiró cansada.
El agua que caía estaba comenzado a calar el abrigo, fue cuando se dio cuenta de que llevaba horas fuera; sin embargo, no tenía ganas de volver al hotel. Continuó caminando sin ser consciente de dónde iba, mirando al suelo casi continuamente, eso le ayudaba, un poco, a no pensar. Paró cuando el cansancio se hizo presente en forma de leves calambres en sus piernas. Alzó la cabeza en busca de un bar, pub o cafetería en la que poder descansar y tomar algo caliente pero no encontró nada. Ni una casa, ni una carretera, coche o señal alguna, solo árboles y más árboles. No sabía dónde estaba.

Su corazón comenzó a acelerarse, el ocaso estaba cerca y el frío aumentaba. Asustada comenzó a gimotear y llamar pidiendo auxilio.  Así estuvo unos minutos hasta que se obligó a sí misma a calmarse. Observó con cuidado el paisaje, extrañándose y maravillándose al mismo tiempo. Se cuestionó si realmente todo aquello estaba así cuando llegó: los árboles, desnudos, tenía una verdosa y grisácea corteza que no les restaba belleza. Se erguían en imposibles formas, enroscándose sobre su propio eje. En lo alto de sus ramas descansaba una capa de nieve como si se tratara de sus propias hojas, adoptando incluso su misma forma.
No supo en qué momento comenzó a nevar pero los copos parecía flotar estáticos a la vez que brillaban con una tenue luz cálida. Levantó la mano, quitándose los turquesas guantes que llevaba, para acariciar con la yema de los dedos una de ellas esferas que estalló, cual burbuja, en pequeños destellos al primer contacto. Lejos de asustarse siguió haciéndolo, jugando como una niña pequeña, girando y riendo; hacía tanto tiempo que no escuchaba su propia risa que le resultó ajena.

Vio una sombra a su derecha en uno de esos giros que le hizo detenerse. Alentada por la idea de que hubiera alguien más y, a la vez, temerosa de que así pudiera ser, se acercó con cautela. Abrió los ojos ante aquella ilusión, podía verse a ella misma como si estuviera delante de un espejo. No obstante, su reflejo era mustio, triste, casi negro.  Alargó la mano hasta que ambas se tocaron, percibió el álgido frío del hielo. Retiró la mano con rapidez, al igual que "ella". ¿Acaso estaba muerta? Se preguntó con una tranquilidad que le asustó. Entonces, ¿aquello era el cielo? No tenía pinta de ser el inframundo, era demasiado bello para serlo como se lo habían descrito. Pero, ¿cuándo? ¿Cómo? No recordaba haber muerto, ¿los muertos recuerdan como abandonan la vida? Además y más importante, había un detalle que tiraba por tierra aquella teoría...seguía notando su corazón latir.

Un idea, como un flash, cruzó su mente. ¿Sería así el reflejo de lo que veían los demás? ¿Se mostraba de esa forma? Aquella idea tampoco le agradaba. No quería que tuviesen  esa percepción, ¡no le gustaba ni a ella! Se miró con tristeza y odio, poco a poco su doble se fue desintegrando en cenizas que quedaron a su alrededor. Las miró durante largo rato hasta que le entraron unas ganas inmensas de llorar. Y así lo hizo, lloró, gritó hasta que le dolió la garganta y pateó el suelo enfadada. Porque lo estaba.

Estaba enfadada y triste. Se dejó caer sobre sus rodillas aún con lágrimas en los ojos. Lo siento, comenzó a decir y siguió repitiendo, lo siento mucho. Por más que lo intentaba, por más que se pasaba el dorso de la mano por sus mejillas, no se secaban.
Te hecho de menos, susurró al fin y cuando lo hizo se sintió libre. Dejó de llorar y de sentir esa opresión en el pecho que tanto había tratado de ignorar. Se sentía diferente.
Las cenizas comenzaron a emitir un ligero fulgor similar a las llamas. Volvieron a formarse y esta vez se reconoció, era como quería verse.  Se incorporó, ya no tenía aspecto ese oscuro y pese a que podía atisbar en sus ojos el brillo de la melancolía por la pérdida de un ser querido, había recobrado todo lo que fue aunque fuera de una forma distinta.

Con un renovad ánimo y ligera vitalidad buscó el camino para volver, volviéndose a dejar girar por sus pasos finalmente salió a un sendero que atravesaba todo aquel jardín. Mas, no estaba segura completamente de haber estado en ese jardín, lo había visitado otras veces y en ninguna de ellas encontró el lugar del que acababa de salir.
Atrás, la etérea figura de un muchacho la miraba marcharse sonriente, gracias, le dijo a la negra figura que había a su lado, la cual no respondió.