sábado, 10 de diciembre de 2016

El último mensaje antes del olvido

Cuando nuestros recuerdos se borran, ¿en quién nos convertimos?
Cuando aquello que nos identifica, que nos da una razón de ser se desvanece, ¿qué opción tenemos?
Cuando todo lo que nos rodea se vuelve un lugar extraño y las personas rostros anodinos, ¿qué nos queda?


—No lo habrás olvidado, ¿verdad?— preguntó con incertidumbre pese a conocer la respuesta.


—Jamás podría hacerlo— respondió con decisión y un tanto de molestia por la duda —¿Y tú?— también conocía la respuesta.


—Nunca.


Él sonrió complacido al escucharla. Las arrugas de su rostro desvelaban una edad mayor de la que recordaba tener y sus manos se aferraban con fuerza a la butaca para evitar el temblor que le invadía, quizá por miedo de que descubriera la verdad, tal vez porque él mismo se la quería negar.


Pero mentía.
Claro que lo había olvidado, así como también olvidó y olvidaría otras cosas.
Lo sabía y ella también, por eso se le partía el alma al mentirle; por ello se le rompía el corazón cuando fingía creerle.
Desde que le diagnosticaron la enfermedad cualquier esperanza que pudiera alberga se esfumó.
Todos sus recuerdos: sus vida, su familia, sus hijos y hasta su nombre acabaría por desaparecer.

Y hasta se olvidaría de ella.
Quiso divorciarse, no quería hacerle daño, verla sufrir por su culpa, aunque no fuera consciente pero no se lo permitió. Aquella mujer a la que juró amar hasta la muerte quiso permanecer a su lado.
Ella se encargaba de sus recuerdos, de devolvérselos. Cada mañana con paciencia, en cada pequeño descuido. Porque de momento solo ella era lo único que permanecía cuando se olvidaba de todo, era la cuerda a la que aferrarse para no perderse. Un faro cuya luz empezaba a apagarse, porque tarde o temprano también la acabaría por olvidar.
Ambos lo sabían; no obstante, actuaban como sin no fuese a ser así.
Por eso aquel día se levantó con una decisión. Aunque era una cobardía y no solucionaría nada requería de toda su valentía.

Se marchó.

Se fue sin saber adonde, sin llevar nada más que el dinero para llegar lo más lejos posible. Partió a sabiendas que tarde o temprano le encontraría...o lo harían con su cuerpo.
Llevaba consigo su identificación, si conseguía su objetivo, alejarse todo lo posible y esconderse, cuando llegasen a descubrirle -quizá en algún mortuorio- ella podría dejar de buscarle. 
Cuando salió por la puerta solo dejó una nota tras de si.

"Siempre tuyo y contigo"

domingo, 13 de noviembre de 2016

Tal vez un nuevo hogar

Sus caras lo dicen todo. No hace falta hablar, ya sé donde vamos. Adonde me llevan.
Tal vez sea la cuarta o quinta vez que me ocurre.
Subimos al coche en silencio. Mamá, o bueno, la que durante estos meses así escuché que la llamaban; se gira hacia a mí desde el asiento delantero. Me mira con pena pero eso no cambiará lo que va a suceder.
Lo siento, me dice antes de volver a girarse.
Isabel se ha quedado en casa. Mi compañera de juegos, mi amiga, mi familia...
No soporta la idea de que me...me devuelva. Lloraba mucho y pataelaba buscando, de alguna manera, hacerles cambiar de idea. Sus últimas palabras fueron que volvería a por mí, a buscarme donde sea necesario; sin embargo, sé que no será así. Nunca vuelven.

El paisaje cambia veloz a través de la ventanilla y en pocos minutos volvemos a estar delante de ese gran edifico rojo del que no hace más de siete meses me sacaron.
La mujer, que desde que recuerdo trabaja aquí cuidando de nosotros, nos mira. Me mira para luego negar levente con la cabeza.
Intercambia unas palabras con ellos, tal vez defiendo la absurdez de su excusa, la cual prefiero no escuchar.
Evitando prestar atención a lo que dicen miro por la ventana atento a lo que pasa al otro lado. Puedo ver una enorme extensión de tierra cubierta de arbustos y árboles, también un parque y... nada más.
Poco después veo el coche en el que vine alejarse, la mujer me acaricia la cabeza sonriente y me susurra unas palabras de consuelo. La miro desolado, ambos sabemos que después de esto será muy difícil que otra familia vuelva a adoptarme.

Me lleva a la que será mi nueva habitación, por el camino puedo comprobar que desde que me marché han venido nuevos compañeros.  Aunque también los hay que están aquí desde que me fui. Cada uno con su historia detrás de aquellos ojos que miran con ilusión a cualquiera que deseé darle un nuevo hogar. Conozco solo alguna de ellas y puedo decir que, pese a que son muy pocas, las hay realmente aterradoras. Me sorprende como pese a todo lo que les sucedió siguen hacia delante. Sin rendirse.
Me acurruco en aquella fría y pequeña cama y por más que lo intento no consigo evitar llorar. Pensaba que esta vez era la definitiva pero al parecer me había equivocado. Otra vez.

La esperanza de que una familia nueva me adopte se desvanece con el paso de los días, meses y años. Y es normal, quienes vienen buscan uno pequeño para poder criarlo, y si es posible que sea guapo. Por que para qué nos vamos a engañar, el físico juega mucho a favor de ello y el mío precisamente me da la espalda; además, soy demasiado mayor para ellos pero no lo suficiente para que todavía me saquen. Solo a los más ancianos se los llevan, nadie sabe a qué lugar, nunca vuelven para contarlo. Hay cientos de historias sobre lo que ocurre, mas ninguna de ellas completamente verídica.
Aquí nos tratan bien, somos como una gran familia. Juegan con nosotros, nos cuidan, nos curan cuando enfermamos, la comida no está mal aunque no es especialmente abundante.

Me levanto y acerco a la puerta al escuchar jaleo. Todos están muy emocionado y nerviosos. Al parecer hay una nueva familia, una oportunidad de encontrar un hogar. Tal vez yo debería estar así también; no obstante, mi euforia es nula. Sé que no vienen a por mí, que no me llevarán con ellos.
La puerta se abre dando paso a un muchacho de unos ocho o nueve años. Va pasando por delante de cada uno de nosotros sin pararse a mirar detenidamente a ninguno. Lo veo acercarse, tiene el pelo enredado y rizado, el rostro cubierto de pecas, unas gafas enormes que cubre sus ojos y más de media cara y metal en los dientes.
Miro por donde ha venido y me topo con dos adultos más, quienes supongo serán sus padres. Los observo, le miran con cariño y ternura, amor infinito y, aún así, atisbo en sus ojos pena.

Después de dar algunas vueltas se detiene finalmente frente a mí. Mi corazón comienza a latir fuerte y a albergar esperanza. Sus iris fijos en los míos me hace creer que es capaz de entenderme, de comprender mi historia; y yo, de ver una historia en él similar a la mía. Levanta la mano y me señala.
Asiente cuando le preguntan si está seguro de que es a mí a quien quiere. Cuando salimos me abraza y sonríe asegurando que estará siempre a mi lado. Me sienta a su lado en el coche, pegado a su pequeño cuerpo como si temiera que me fuese a escapar.
Ahora serás mi mejor amigo, dice mientras me vuelve a abrazar.
Aunque temo que vuelva a pasar, le creo. Confío en él para encontrar una nueva familia, donde me quiera de verdad, un verdadero hogar.

Cariño, ¿por qué escogiste a ese perro y no otro?, pregunta el hombre de porte fuerte que conduce.
Porque es como yo, dice el pequeño, Le abandonaron, no tiene amigos ni familia

Pero tú si tienes familia, argumenta la mujer con ternura. Sabe lo mal que lo ha pasado su hijo en la escuela.
Y ahora él también., el chico sonríe.

Y un amigo. Ahora también tengo un amigo. Prometo que pase lo que pase jamás te abandonaré.



jueves, 3 de noviembre de 2016

Unstoppable

Imparable.

El mundo se consume en un caos que durante demasiado tiempo se predijo sin que nadie hiciera nada.
Veo a quienes buscan el perdón del dios en el que creen o creían, quizás ahora solo recen porque no saben que más hacer.
El dinero ha dejado de tener importancia, no son más que papeles de colores con números impresos, aún así hay quien, aún, mata por ellos.
Se han convertido en seres que se mueven por instinto. Sin alma, ni esperanza ni familia.

Todo fue demasiado rápido. Como un suspiro o el aleteo de una mariposa. Comenzó en Asia pero parecía tan lejano, un hecho que jamás nos repercutiría. Todavía sigo sin entender muy bien que fue lo que pasó. Cuál fue el comienzo. De un día para otro la cuidad quedó devastada y ,con ella, mi mundo.
No existe nada en lo que puedas confiar.
No hay leyes ni orden.

Imparable. Sé que no lo soy.

Mi rostro está sucio, cubierto de ceniza, al igual que mis manos y ropa.
Los pulmones me arden por el esfuerzo y las piernas me duelen de tanto correr, mis fuerzas comienzan a flaquear.
Nadie parece percatarse de mi presencia pero temo que si me paro pueda lamentarlo (sé que será así).
Intento esquivar los escombros y el fuego pero no siempre lo consigo, no siempre es posible.
Las heridas y magulladuras de mi cuerpo lo demuestran.
Piso sobre cristales que se quiebran bajo mi peso, fragmentos de diversos materiales que, algunos, han llegado a provocarme pequeños cortes en los pies.
Sin embargo nada de esto me detiene. No puedo permitirlo.

Ellos me esperan.

Imparable. Sé que no soy. Sé que debo serlo.


N/A: La canción de Sia Unstoppable, cuyo titulo he escogido también para el del relato, ha sido mi inspiración para escribirlo. 

jueves, 13 de octubre de 2016

El loco que conocía de su locura

Danzaba en una fina cuerda que separaba la locura de la razón, entre sombras y luces.
Entre hechos que nunca ocurrieron e ilusiones reales. Giraba alrededor de un pasado que se repetía y de un futuro que olvidaba, con el ritmo de una música que nadie más escuchaba.

Jugaba con el pecado, la condena y la inocencia.

Sabía que añoraba a quienes solo habitaban en su cabeza mientras que ignoraba a quienes le rodeaban. Si se cansaba se sentaba a mirar las pequeñas motas de polvo viajar con expresión ausente o adoptaba posiciones que desafiaban la gravedad.

Corría perseguido por sus propios fantasmas. Se reía de sus miedos y de los monstruos que creaba...a veces.

Tenía la certeza que aquello que le pasaba no podía ser "normal", ¿o sí?

Claro que sí.

No todos tienen una voz en su cabeza con la que discuten.

¿No?

Ni podían ver las mismas cosas que sus ojos.

¿De verdad? Tal vez conspiren.

Tal vez no. Pero sabía que, como oía decir, algo no funcionaba correctamente dentro de su cabeza...a ratos.
Lo aceptaba...a ratos.

A veces se perdía en su propio mundo y tardaba días en regresar. Y cuando lo hacía se volvía a encontrar en aquella habitación donde podía bailar sin preocupación.

(créditos al autor de esta imagen) 

viernes, 23 de septiembre de 2016

Onhuld

Era una cuidad ilustre, de abolengos habitantes.
Día y noche mostraban la majestuosidad de sus calles y sus monumentos. El sol parecía realzarla convirtiéndola en una urbe utópica, mientras que la sosegada noche la convertía en un lugar más propio de los sueños e ilusiones.

Era una armónica entropía.
Y sus residentes esperpentos reflejos.

Rostros de maniquíes sonrientes, vestidos de trajes pulcros, que paseaban. Hablaban con la educación y cortesía de reyes pero solo había que mirar en el interior de aquellas personas para descubrir la obscuridad y el odio. Eran monstruos con apariencia humana.
Cada uno de ellos llevaba consigo los siete pecados capitales. Crueles demonios disfrazados de ángeles.

jueves, 15 de septiembre de 2016

Calígine

En sus ojos se hallaba la determinación de luchar por algo que era imposible. Sabía que no lo lograría, que sería una batalla perdida pero no dudó un solo instante en pelear.
En mantenerse "vivo" aunque eso significara acabar con todo lo que un día fue.
Tardó en comprender lo que le ocurría y desconocía cuánto tiempo pudo haber pasado en aquel extraño limbo.

Nunca creyó que hubiese vida después de la muerte, esto destrozaba por completo su teoría. A decir verdad todo lo que creía se convirtió en pesadilla cuando empezó aquella horrible pesadilla.
Aunque siempre pensó que la muerte traía consigo paz y serenidad.

Pero no era así.Ni mucho menos.

Lo único que sentía era odio, rencor e ira. Y se negaba. Se negaba en rotundo a que ese fuese su final.
Miró aquellos engendros que le rodeaban, los cuales alguna vez fueron humanos; su futuro, su destino tal vez sería convertirse en uno y supo, entonces, que se vengaría.
No por ellos, esos despojos esperpénticos. Era por él. Por sus amigas, las cuales esperaba no ver por allí.
Sabía a quién debía buscar, era irónico que pudiera ver tan claro todo ahora...teniendo en cuenta donde se encontraba. La niebla que le rodeaba pareció hacerse más densa.
Estaba claro que le costaría encontrarle pero qué más daba, tenía toda una eternidad por delante.

jueves, 1 de septiembre de 2016

La casa embrujada

Los árboles proyectaban una amplia sombra sobre el banco en el que ellas estaban sentadas, el bullicio impedía que cualquier persona ajena escuchara la conversación.

— ¿Sabéis que han parado la demolición de la casa que hay tras el cementerio? —preguntó una chica de azulado cabello e iris azules.

— ¿La que dicen que está embrujada? — inquirió a su vez una joven de dorados cabellos y ojos color café, a lo que si interlocutora asintió.

— ¿Por qué? — intervino una tercera de rojizos rizos y verdes ojos, los cuales clavó en su extraña amiga.

—Dicen que ha habido demasiados “accidentes” — contestó la aludida tras encogerse de hombros queriendo parecer desinteresada.

— ¿Por qué lo entrecomillas? — les interrumpió un muchacho de dorados ojos y azabache pelo cuyo rostro estaba surcado de pecas.

El recién llegado se quedó de pie, apoyado contra el tronco.

—Porque no creo que sean simples accidentes— respondió sin mirarle.

— ¡¿De verdad crees que está embrujada?! — exclamó incrédulo tomando como una afirmación su mutismo— Eso es lo que se les dice a los niños pequeños para que no se acerquen— dijo con mofa.

— ¿Eso crees? — intercedió la oji-verde a favor de su amiga, el moreno asintió intentando contener la risa. —Está bien— entrecerró los ojos dibujando una maquiavélica sonrisa, se relamió los labios antes de lanzar su reto— Entonces, ¿sería capaz de pasar tres horas allí, de noche o no tienes huevos?
 Pronto se arrepintió de su afirmación; no obstante, no podía echarse hacia atrás ese “no tienes huevos”  era toda una declaración de guerra, no podía rechazarla. Tenía que aceptar sí o sí aunque no iría solo, eso lo tenía claro.

—Acepto pero ¿solo yo? ¿Tanto miedo os da? — provocó conociendo la reacción que tendría su amiga, esta vez fue él sonreía de forma maliciosa.

—Ninguno— dijo con orgullo— Es más, para que salgas corriendo, iremos nosotras también.
La rubia suspiró negando con la cabeza mientras se pellizcaba el puente de la nariz, murmurando: —Siempre pasa lo mismo.

Por otro lado, la joven de cabello azulado no puedo evitar mostrar su descontento y temor dejando escapar un sonoro  “no” que atrajo la atención, no solo de sus amigos, si no de cuantos se hallaban cercanos a ellos en el parque.

—Sí, iremos— rebatió aunque era más una orden— Nos veremos a medianoche en la verja de la entrada— sentención colocándose uno de sus rizos tras la oreja.

Tal vez si hubieran sabido que todas aquellas historias eran reales…

Aquella fue una noche fría, de las más frías que podían recodar por las fechas en las que estaban. Las luces de la cuidad impedían ver las estrellas pero no por ello la luna, que se presentaba majestuosa en el cielo nocturno. Las doce sonaron en el campanario de la ermita que había a unas manzanas, las calles estaban inusualmente solitarias excepto por el grupo de jóvenes.

—Bien— dijo la culpable de aquella reunión— Vamos a colocar una alarma para saber cuando han pasado las tres horas.

—Ni que fuese un parque de atracciones para evadirnos tanto— comentó sarcástico el muchacho ganándose una severa mirada de su compañera.

— ¿Tanto miedo tienes?— levantó las cejas y clavó sus castaños en él, el cual solo respondió chasqueando la lengua. Aquella frase comenzaba a repetirse demasiado.
Pese a que ninguno quería admitirlo estaban asustados, no querían atravesar aquella oxidada verja que los separaba de la propiedad. Deliberadamente había ignorado un cartel que prohibía el paso por riesgo de derrumbe.

Si tan solo uno de ellos hubiese retrocedido, se hubiese amedrentado…

Con una falsa decisión comenzaron a caminar, dejando atrás la seguridad de la calle otorgada por la luz de las farolas.  Las escaleras de piedra que conducían a la casa estaban rotas, cubiertas de maleza. El descuidado jardín que les rodeaba en aquel momento le daba un aspecto más sombrío y lúgubre a la antigua vivienda donde la única iluminación que tenían era la procedente de sus teléfonos.

—¿Os imagináis que veamos ahora un cementerio familiar oculto por los árboles? — bromeó el de ojos dorados para evitar el silencio. Le recriminaron por ello, a ninguna le hizo gracia aquella broma

— ¿Qué? — preguntó encogiéndose de hombros sin entender porque habían reaccionado así— Es lo que siempre ocurre en este tipo de casas en las películas americanas.

Nadie añadió nada más, no querían pensar que algo así podía encontrarse en su camino; ni siquiera eran capaces de dirigir sus smarphones hacia el jardín temiendo lo que pudieran ver. Unas ramas secas comenzaron a moverse deteniendo el paso del pequeño grupo,  se apegaron más entre sí y guardaron silencio. Ninguno tenía la intención de moverse hasta no descubrir que había sido aquello mas tampoco se aventuraban a mirar o acercarse. Pasaron así unos segundos que para ellos se hicieron eternos hasta que salió un cuervo, tal vez el más grande y aterrador que jamás hubieran visto o quizá solo era motivado por el ambiente, que acabó por posarse en el punto más alto de la casa.

A ninguno le gustó aquello, pueden que no creyeran por completo todos los mitos y leyendas; sin embargo, para ellos era un símbolo de mal agüero al que deberían haber hecho caso.

Llegaron a un porche de madera que precedía a la entrada principal, tenía unas pequeñas escaleras y rodeaba toda la fachada exterior de la casa; sin duda cuando estaba es su esplendor aquel lugar, frente al jardín, debería ser casi paradisiaco; si se fijaban bien hasta podían apreciar un columpio y maceteros alrededor. Pero lo que quedaba ahora no era más que restos de madera podrida y carcomía, lo que solo conseguía hacer que aumentara su curiosidad, ¿por qué abandonaron aquel lugar?
Nada más poner el pie en el primer escalón de madera éste se partió provocando un leve grito que no consiguieron ahogar y una maldición por parte del rubio.

—Cuidado— avisó la chica de rizado cabello, algo innecesario por decir pero que tuvo necesidad de hacerlo.

Caminaban con la sensación de estar sobre un cristal a punto de quebrarse, lentamente llegaron a la entrada principal. Una imponente puerta de lo que fue robusta madera, apenas se podía apreciar los detalles que una vez la adornaron y pasaron por alto el hecho de que la madera estaba ennegrecía  para fijarse únicamente en una cerradura que no existía.

—Está nueva, la han debido cambiar hace poco— comentó  la oji-azul tocando la cadena que única ambas puertas— ¿Y ahora qué hacemos? — inquirió rogando interiormente poder volver ya a su casa.

—Pues entramos por la puerta de atrás— respondió el joven, quien envalentonado no había pensado en sus palabras.

—No creo que esté abierta— argumentó su amiga, buscando de esa manera la excusa para volver.

— ¿Nos volvemos?— sugirió la rubia, retrocediendo unos pasos.
El moreno sonrió con cierta burla y alivio, de aceptar su proposición solo había un desenlace para su apuesta: habría ganado y así se lo hizo saber a la pelirroja con una mirada.

—Ni hablar, vamos a la puerta de atrás— ordenó con los brazos cruzados y haciendo uso de un valor del que carecía. No estaba dispuesta a dejarse ganar.

Debieron dejar de lado su soberbia. Debieron ver las pistas que la casa les ofrecía. Pero no lo hicieron.

Marcharon en fila india hasta la puerta trasera, supusieron que era la de la cocina, pero el resultado fue el mismo. Se miraron entre sí,  no podían entrar por las puertas y el acceso por las ventanas estaba más que descartado ya que todas ellas se hallaban tapiadas desde el interior. Pronto una idea apareció en la mente de cada uno de ellos, querían desecharla, evitar que el otro tuviera la misma mas solo hizo falta un vistazo para descubrir que tenían el mismo pensamiento.
El muchacho haciendo alarde de osadía comenzó a caminar deseando en su fuero interno que le detuvieran pero eso no ocurrió. Le siguieron, con la sensación de ir al patíbulo, hasta llegar a unas puertas ocultas por las hojas y maleza, que de no saber su ubicación exacta nunca darías con ellas. Se trataba de las puertas exteriores del sótano.
Mil y una historias corrían a cargo de ellas y el cómo se habían descubierto y mantenido ocultas. Esa era la única entrada plausible.
Tiró de los aros metalizados que hacían de pomo no sin cierto esfuerzo y tomó aire antes de entrar, siempre con la linterna de su móvil por delante.

— ¿Vamos? — la rubia buscó camaradería en su amiga de azul cabello que aún no se había atrevido a dar un paso hacia el interior.

—Sí— respondió en un murmullo aún indecisa, tenía sensación de que jamás volvería a ver aquello. Echando un último vistazo al cielo buscó la luna sin ser capaz de hallarla.

Si hubiera hecho caso a ese presentimiento como en otras ocasiones.
Sin que ninguno de ellos lo supiera, comenzó a levantarse una espesa niebla…

La aplicación “linterna” que tenían en sus teléfonos no  alumbraba con la suficiente claridad que ellos deseaban; provocando que las sombras se burlaran de ellos con grotescas formas, ayudadas por aquellos misteriosos bultos o cajas que no se atrevieron a descubrir. Buscaron con avidez las escaleras y nada más divisarlas ascendieron por ellas a la primera planta.  En cuanto abrieron la puerta una nube de polvo los recibió, todo cuanto eran capaces de ver estaba cubierto por una capa que casi podría haberse confundido fácilmente con nieve.

Tal vez si no hubiese estado tan asustados se habrían percatado de las huellas que no debería haber.

Caminaban sin saber donde ir, explorando con cautela. No querían bajar al sótano, la oscuridad que reinaba ahí era demasiada para ellos y aunque donde estaban ahora no distaba demasiado, los pequeños huecos que había entre los tablones de madera dejaban pasar pequeños atisbos de luz procedente de la luna. Si se paraban podían apreciar las pequeñas partículas de tierra suspendidas en el aire.
Llegaron, primero, a una gran sala. Estaba desprovista de pequeños objetos tales como lámparas, jarrones o cuadros que, o eso pensaron, se habían llevado los antiguos dueños o habían vendido en alguna subasta.  Los grandes muebles como un enorme sofá, un piano parecían mucho más grandes en la habitación. Aquella sala se separa del comedor por una puerta corredera, la cual se hallaba rota, donde se podía apreciar una mesa rectangular para, al menos, diez comensales pero no vieron ninguna silla ni tampoco otro mueble más a parte de un armario de mediana altura que en alguna ocasión pudo guardar una preciosa vajilla. La cocina daba pena verla, completamente vacía y rota, una lámpara amenazaba con caerse de un momento a otro y alguna de las estanterías estaba tiradas sobre el suelo, las puertas de los armarios rotas y arañadas a causa de los animales, pensaron. 
Estuvieron también en la biblioteca, en la cual quedaban algunos libros y un par de sillones.
La pelirroja estiró la mano hacia uno de los libros que daban en el estante, apenas tenía polvo y parecía como si lo hubiesen leído hacía poco, volvió a dejarlo en su sitio y reparó en que había otro junto a uno de los sillones como si hubiesen interrumpido la lectura de alguien pero no llegó a darle más importancia. Ninguno se percató en que, a diferencia del resto de muebles que habían visto, uno de los muebles no estaba cubierto por una sábana.

—Seguro que esto le hubiera encantado al Rata— comentó la rubia, recordando, de pronto, a un compañero que se pasaba los días encerrado entre libros —Por cierto, ¿qué fue de él?

—Se fue con una tía a vivir hace unas semanas— respondió su amigo— Creo que le retaron a entrar aquí; le amenazaron con que de no hacerlo, le harían la vida imposible.

—¿Por eso se fue? — inquirió la oji-azul, él se encogió de hombros como respuesta.
Cuando volvieron al pasillo decidieron terminar su tour por la planta baja. Se encontraban delante a la entrada principal y frente a ellos unas escaleras que conducían a la planta superior, la cuales en otro tiempo estuvieron adornadas con un gusto exquisito pero de aquello no quedaba rastro tampoco del cuidado grabado de ángeles que tuvieron. Al igual que las paredes que les rodeaban, cubiertas de moho aquellas que no lo estaban de un desgastado papel que pudo haber sido persa.

—Vamos a mirar arriba— pese a que era una afirmación no sonó como tal; sin embargo, el hecho de no haber encontrado ningún indicio de que allí hubiese algo o alguien, y el no haber escuchado tampoco ningún ruido más allá de sus pasos o breves conversaciones les hizo querer seguir investigando.

Los peldaños crujían bajo sus pies con el aviso de poder romperse bajo su peso, cegados por la insensatez continuaron.
Cuando llegaron al final de la escalera dos corredores se extendían tanto a la derecha como a la izquierda, parecía interminables y de tener fin podía ser un abismo, o eso les parecía ellos.
No podían negar estar asustados pero la emoción de haber llegado hasta ahí y la curiosidad que iba incrementado poco a poco superaba aquel primario sentimiento. Decidieron separase para poder explorar lo máximo en el mínimo tiempo posible.
Los pasillos estaban desnudos, dejando al descubierto la madera del suelo, tal vez pudo haber estado antes cubierta por una alfombra y las paredes dejaban claro que antes hubo allí cuadros, quizá de algún paisaje o de ostentosos personajes.
El silencio les rodeaba como compañera de la obscuridad, desconocían los que se escondía en las tinieblas más allá de la luz que portaban. Decidieron comenzar a tararear una canción para ahuyentar el miedo de ser vulnerables o a decir sus pensamientos en voz alta. No quería escuchar la nada.

Tal vez de haberse mantenido callados hubieran escuchado el crujir de las escaleras.
Entraron en las habitaciones pero no había en ellas nada que suscitase especial interés, al menos nada que pudieran apreciar de noche.

La oji-verde volvió al pasillo,  más por casualidad que por algún motivo concreto decidió alzar la vista. Observó el techo quemado, forzó al vista hasta divisar lo que parecía haber sido la entrada al desván, preguntándose que pudo haber pasado; de este modo llegó a fijarse también en que gran parte de las paredes de esa planta también estaban quemadas, aunque parecía que el fuego no llegó a tocar los cimientos.  Advirtió entonces una sombra móvil a su lado, rauda alumbró hacia ella. Abrió la boca para gritar pero no le dio tiempo a emitir ningún sonido antes de que aquello le atravesara el pecho con insólita facilidad, fue tan rápido como una inspiración. Sintió una fuerte opresión sobre su corazón.  Antes de caer ya estaba muerta.

La sangre brotaba de ella encharcando en suelo como una espesa mancha negruzca.
Al escuchar el golpe se reunieron rápido en el mismo punto que se habían separado, no tardaron en darse cuenta que faltaba una de ella.

—¿Dónde está? — preguntó clavando su ambarina mirada en sus amigas, esperando una respuesta pero las dos negaron —Mierda, mierda, mierda— rumió entre dientes.

—Teníamos que haber salido antes, no era normal—dijo alterada una de ellas, enredado su azulada melena entre los dejos.

— ¿El que no es normal? — se atrevió a preguntar la pelirroja preocupada por solucionar aquel asunto cuanto antes y buscar a su amiga.

— ¿Acaso no os habéis dado cuenta? — cuestionó entre asustada y sorprendida, ambos negaron— La casa lleva años abandonada, su aspecto deplorable lo demuestra pero no visto ni una sola araña, ni telarañas, ni ratones ni ninguna señal de que aquí haya más vida que la nuestra
Se miraron entre ellos sin saber qué hacer, pensando en aquella verdad. Quería salir de allí cuánto antes pero no podía dejar a nadie atrás, ¿o sí?

—Está bien— tomó la palabra— Vamos a por ella, seguro que está bien y nos vamos de aquí, ¿vale? — ellas asintieron, ninguna de las dos se sentía capaz de decir nada para rebatirle.

Giró sobre sus talones en la misma dirección que le había visto ir la última vez. Encabezaba el reducido grupo, sabiendo que le seguían de cerca. La llamó; no obstante, su voz apenas fue más que un murmullo, parecía temer que alguien o algo más le escuchara.
Notó pisar algo viscoso y se retiró de un salto. Titubeante dirigió el haz de luz hacia el suelo, sus ojos se abrieron y el aire le faltó durante unos instantes. No fue capaz de decir en voz alta lo que veía pero comenzó a retroceder arrastrándolas consigo.

—Tenemos que salir— quisieron negarse pero notaron en su voz algo más que una simple orden, algo oscuro, miedo e inseguridad.
Obedecieron encaminándose hacia las escaleras. Descendían rápido, sin preocuparse esta vez por la posibilidad de que alguno de los escalones se partieran. Antes de pisar los últimos escalones escucharon al final de los mismos un sonido gutural, similar al gemido de un animal. Se volvieron y aquello que vieron les heló la sangre y paralizó por completo sus cuerpos.

—Corred— gritó sin reconocer su propia voz.

Por instinto se dirigieron a la puerta principal para escapar, olvidando que estaba cerrada. Forcejearon con ella unos minutos, finalmente desistieron a la vez que aquella criatura desaparecía. Pensando únicamente en sobrevivir y salvarse, se dividieron.

La joven de mirada celeste se dirigió hacia la puerta del sótano, consciente de que esa era su única vía de escape; sin embargo, la madera no soportó esta vez su peso y terminó por partirse atrapando su pierna y produciéndole algunos cortes en el proceso. Gritó y lo hizo aún más cuando sacó la pierna, notaba como las astillas y madera le rasgaba y cortaban la piel. Había empezado a llorar a causa del dolor mas eso no fue impedimento para que siguieran bajando las escaleras y quisiera salir. Arrastraba la pierna, dejando tras de sí un camino carmesí que a falta de luz parecía ser la propias tinieblas que goteaban.  Estaba a escasos metros de poder salir, creía que lo iba a lograr, cuando sintió que le rodeaban el cuerpo. Notó todo sus huesos resquebrajarse y cómo sus órganos eran aplastado mientras profería alaridos.

Los cabellos rizados caían sobre su cara al igual que su llanto. Ella fue hacia la cocina con la 
intención de salir por la otra puerta, creyendo que sería más fácil de forzar o, también, podía arrancar alguno de los tablones de la ventana; sin embargo, no llegó a hacer nada de eso. Al escuchar los gritos de su amiga se quedó estática, el tiempo dejó de pasar. Se quedó mirando la entrada de la cocina, su sollozo aumentó al comprender lo que había pasado. Tardó en reaccionar, sin atreverse a salir o hacer cualquier otro ruido se escondió en la despensa.

Lo que encontró allí le revolvió el estómago de tal manera que acabó vomitando.
Insectos amontonados y muertos, mutilados, ratas sin órganos , lo que parecían ser restos humanos; no, ahora estaba segura de que lo eran: unos brazos, y medio torso humano en descomposición. Y, aun así, lo que más le horrorizó fue ver allí el cadáver de su amiga, sus ojos vacíos y sin vida fijos en ella.  Giró sobre si misma para escapar pero ya era tarde. Cerró los ojos y empezó a notar una fuerte presión en el cráneo, estaba segura de que escuchó como se partían, el dolor le recorrió todo el cuerpo, chilló y todo terminó.

Solo quedaba él, de algún modo lo sabía. Huyendo de aquella bestia de pesadilla había vuelto a la planta de arriba escondiéndose en uno de los armarios. Se sentía un cobarde por haber abandonado a sus amigas, por no hacer nada para salvarlas. Se encontraba encogido sobre sí mismo, mordiéndose con fuerza el labio para evitar llorar pero no lo conseguía.  Estaban muertas y él las había dejado morir. Eran sus amigas, ¿por qué no hizo nada más que huir?  Los sentimientos de culpabilidad le golpeaban una y otra vez.

Así pasó más de media hora, no escuchaba nada, no sentía nada moverse. No estaba dispuesto a salir, a abandonar aquel lugar que creía seguro. En un instante todo se rompió. El silencio de la casa fue sustituido por el sonido de una alarma, varias melodías disonantes que anunciaban las tres de la noche.  Apagó la alarma y se escuchó con atención los ruidos provenientes del pasillo. Pasos sobre la madera que se acercaban a él, ¿había sido las otras veces tan ruidoso o solo se lo parecía ahora? Se preparó para luchar con una oportunidad que no tuvieron sus amigas y aunque le costase reconocerlo, él tampoco.

La niebla había cubierto por completo toda la casa y se deslizaba hacia el interior de la misma, reptando por el suelo y las paredes.

Nunca debieron entrar. No debieron hacer caso omiso a todas esas leyendas circundantes…fue su último pensamiento.


jueves, 25 de agosto de 2016

Justicia muda


Seguía sentado en un rincón de aquella casita de madera perdida en mitad de la nada. Ni siquiera sabía cuánto tiempo llevaba ahí, ¿una hora o dos? Quizá minutos, lo ignoraba.
El reloj de pulsera que siempre llevaba consigo se había roto al caer al suelo, tampoco ayudaba mucho el paisaje que se veía a través de los sucios cristales de la ventana. Tal vez el tiempo se hubiera detenido.
La paz que se respiraba en el lugar era desgarrada por los sentimientos de culpa y el silencio que golpeaba sus tímpanos.
No se atrevía a levantar la cabeza, oculta entre sus rodillas y brazos; y aún con los ojos cerrados, aquella visión le atormentaba.
Solo había hecho justicia. Había matado al hombre que destrozó la casa de su hermano, que mató a la abuela de la niña de roja caperuza, que intentó robar o secuestrar a siete niños...
La puerta de madera se abrió, sigilosa, dejando entrar a un muchacho de físico similar al suyo, cuyos ojos se posaron en el inerte cuerpo que yacía sobre el suelo. La sangre y el agujero de bala sobre su cráneo delataban que ya nada podía hacer por él: aunque tampoco lo hubiera intentado.
Cogió el arma del crimen y la guardó. Ni siquiera preguntó qué había pasado o cómo había llegado a aquella situación.
En silencio y sin apenas esfuerzo sacó a su hermano de allí, dejando el cadáver atrás.
Nadie lo buscaría, nadie haría preguntas, nadie investigaría. Había cazado al lobo feroz de los cuentos, ¿quién le condenaría?




N/A: He rescatado esta pequeña historia, que escribí hace tiempo, de las sombras del olvido. La hice para responder a una pregunta de ask y, no sé, cuando la he vuelto a ver me ha apetecido publicarla por aquí.

lunes, 15 de agosto de 2016

El monstruo bajo la cama

El ser demoníaco que vivía bajo su cama tenía enormes zarpas en vez de manos, unas largas y afiladas garras capaces de cortarle la piel en un simple arañazo.
Tenía unos brazos finos y largos pero muy fuertes y resistentes; al igual que sus piernas.
Sus pies eran ágiles, capaces de adherirse a cualquier superficie. Era por ello que no debía salir bajo ningún concepto del refugio que eran sus sábanas una vez se apagaba la luz; podía moverse a cualquier otra parte de la habitación y atacarle entonces.

El ser que habitaba bajo su cama tenía el cuerpo cubierto de un negro pelaje capaz de absorber pequeños haces de luz, de nada servía la fragilidad de una linterna contra él.
Tenía una cara blanca cual porcelana y una boca repleta de afilados colmillos, que ocultaba su pequeña nariz.

Sus ojos era abismos repletos de desesperación y miedo, capaces de dejar a cualquiera paralizado.

Con el tiempo comprendió que no había ningún monstruo allí.
Vivían a su alrededor, disfrazados de humanos.

miércoles, 3 de agosto de 2016

Somos

Somos una cáscara de carne y hueso.
Somos fragmentos de tiempo que nos han ido dejando, un puzzle de momentos: intensos, breves, irrisorios, efímeros, dolorosos, alegres, eternos, olvidados...
Somos un poco de esperanza prestada, un cúmulo de miedos, un laberinto de dudas. Un reflejo confuso, tal vez, esperpéntico.
Somos sonrisas: mentirosas, sinceras, tristes, usadas.
Somos lágrimas de alegría y llantos desconsolados.
Somos una paradoja, una realidad, una ilusión. Un corazón que bombea sangre, que siente, que está vacío. Almas que buscan compañía o la encuentran en la soledad.
Somos la voluntad que nos mueve hacia un objetivo, los sueños que ansiamos, las metas que queremos. 
Somos ecos lejanos que aún resuenan, silencios sosegados. Miradas esquivas, alientos perdidos, pensamientos encontrados.

domingo, 1 de mayo de 2016

Madre

Hoy es el día de la madre, como estoy segura de que ya sabrán, y como tal día esta entrada va dedicada a ellas.

Madre es aquella que es médico y enfermera, profesora y psicóloga.
Aquella que sabe organizar las cosas de tal manera que nunca queda nada fuera de lugar o en mal sitio, que tiene todo planeado sin saber que puede surgir. Cocina de tal forma que por mucho que sigas las recetas o los pasos que ella hace las comidas nunca saldrán igual.

Madre es aquella que sin llevar capa y salvar el mundo, es tu súperheroína. Que puede con todo y contra todo siendo solo humana.
Que con solo mirarte sabe que te pasa, aquella a la que no puedes mentir ni ocultar nada, porque te conoce. Te conoce mejor de lo que podrías llegar a conocerte tú, sabe más de ti que tú y reconoce todo lo que eres capaz de hacer. 
Ella es capaz de visualizar tu límites, ver que no los tienes, y empujarte a superarlos.

Madre es aquella que te da la manta cuando tiene frío, el trozo de pan recién horneado o el filete de carne más jugoso.
Es aquella que seca tus lágrimas y te abraza como solo ella sabe, reconfortándote. 
Es aquella que por mal le hayas hablado te perdona, por más que la hayas ignorado te apoya y por más que le hayas desobedecido no te abandona.

Madre es aquella que te aconseja con la sabiduría de lo que ha vivido, que quiere protegerte hasta su último aliento del mundo pero que sabe que debes aprender y equivocarte por ti mismo. 
Aquella que aunque tengas veinte, treinta o cuarenta años te seguirá diciendo que te pongas la chaqueta para que "no cogas frío", aquella que siempre te tendrá un plato caliente en la mesa.

Madre es aquella que soporta las peores tormentas por ti, que se desvela en la noche si estás enfermo y que te cuida con caprichos. 
Que te ayuda aún cuando ya eres independiente y formaste tu propia familia.

Una madre es un pilar en nuestra vida del que parecemos no darnos cuenta de que está.
Que aunque ella deje de estar, nunca desaparece.

Es fuerza, amor y ternura.
Es sabiduría y protección.



domingo, 10 de abril de 2016

Alicia en...

Despierto confundida, cansada y desorientada, otra vez. 
¿Dónde estoy? ¿Aún sigo soñando? Parpadeo varias veces alejándome de  Morfeo y me incorporo. 
Solo cuando pongo los pies en el suelo sé que se trata de la realidad. Es extraño, a veces, son tan parecidos que me cuesta distinguirlos y , aún así, cuando despierto una extraña sensación me invade, entonces es cuando sé que estoy en el mundo real. 
No sabría describir el tipo de sensación pero no es agradable, no demasiado. Es como una intuición. Sí, creo que podría definirlo como una desagradable intuición. Y no sé por qué me incomoda, al fin y al cabo debería sentirme aliviada, ¿no?  
La voz de mi madre, repitiendo constantemente mi nombre, resuena por toda la escalera y hace que me dé prisa en arreglarme y bajar a desayunar. Antes de salir echo un último vistazo a la habitación para cerciorarme que no me olvido nada, mentalmente hago una lista pero parece borrarse cuando fijo mi vista en el libro que yace sobre el escritorio: era y sigue siendo mi libro favorito, aunque añoro como me hacía sentir de pequeña.
Perdí aquella ilusión infantil, aquella que te hacía creer en hadas, dragones y soñar con mundos fantásticos hace mucho tiempo; ignoro cuando. Supongo que es algo que a todos nos pasa, conforme crecemos la magia del mundo comienza a desaparecer. Puede que realmente nunca estuviera ahí y simplemente cuando comienzan a pasar los años comenzamos a ver con mas nitidez la realidad. 
-Así tiene que ser- me repito diariamente.

¿Cómo es posible que aún sabiendo que estoy despierta todo me parezca tan irreal, tan lejano? 
Mis padres, el aire, las palabras e incluso la taza de té que sostengo entre mis manos me parecen ajenas.

Feliz día del no cumpleaños me parece que dice mi madre.

Levanto la cabeza y la miro: ¿Qué?

Feliz cumpleaños, cariño repite o eso creo ¿No me digas que te has olvidado de tu cumpleaños?pregunta divertida.

Oh, no. Por supuesto que no sonrío. Es cierto, hoy era mi cumpleaños Gracias.

Tu regalo está en el salón.

No hacía falta que me regalaseis nada

No seas modesta. Anda, ábrelo antes de irte a clase. 

Asiento y tras dejar la taza sobre la mesa me dirijo al salón. Sobre el sofá reposa un paquete envuelto en papel de regalo rojo y negro. Lo desenvuelvo con cuidado: se trata de un vestido rojo.

Lo escogí azul porque creo que ese color te favorece le oigo decir.

¿Azul? Vuelvo a mirar el vestido, efectivamente es azul.
Suele pasarme a menudo. Confundir las palabras de las personas, los colores verlos distintos, ¡incluso he llegado a ver una cuchara enfadarse, levantarse e irse! 
Cada vez me pasa menos o puede que ya me haya acostumbrado demasiado. Mi madre dice que eso es un exceso de imaginación.

Todo ocurre con tediosidad. El tiempo pasa lentamente alargándose, estirándose como un chicle en el reloj. Las clases, los apuntes, los libros me resultan demasiado aburridos. No sé por qué debo estudiar, mejor dicho, no sé para qué. Ignoro, todavía, que es lo que quiero hacer. No quiero tener que estar sometida, en mi futuro, a un trabajo diario para poder pagar así facturas y más facturas, y una hipoteca. Y casarme. Y tener hijos. Pero es lo que hay que hacer: tener una casa, un trabajo.
-Así tiene que ser- me repito diariamente.
Me parece recordar que una vez oí a alguien decir que no importaba el camino si no sabía dónde ir.

Cuando llego de nuevo a casa tengo la sensación de que acabo de salir, pese a lo largo que se me ha hecho el día, ahora me parece como si todo hubiera transcurrido a la velocidad de un suspiro.
Escucho ruidos en una de las salas del pasillo pero prefiero dejar mis cosas en la escalera antes de subir e ir a la cocina para comer algo. Cuando lo hago me encuentro con un extraño gato de sonrisa inquietante sobre el frigorífico, que no deja de mirarme. Desaparece con un gesto de su cola para aparecer detrás mía sentado cual esfinge. 

A la Reina le gusta cortar cabezasdice y su voz suena sardónica.

Puede que la mía la haya perdido ya susurro.

Entonces vente. Aquí estamos todos locos replica y comienza a reír No llegues tardese despide desapareciendo como antes.

Puede que lo haga.

Alicia irrumpe mi hermana ¿Con quién hablabas? me mira preocupada.

Solo pensaba en voz alta contesto para tranquilizarla aunque me parece que no se lo cree.

Subo a mi cuarto y me tumbo en la cama. No entiendo por qué. Por qué me pasa esto y mucho menos por qué no puede ser real ¿Quién estableció lo que puede o no puede ser real? ¿Quién delimitó la locura?
Quiero dormir pero tengo miedo de hacerlo. De no ser capaz de distinguir ya la realidad de la fantasía. Y, sin embargo, por más que intento resistirme el sueño termina venciéndome.

Corro. Estoy corriendo descalza por un bosque: veo los árboles alzarse a mi paso, sus troncos en intricadas estructuras, la hierva en mis pies, enorme setas a mi alrededor y olorosas y peculiares flores en el camino. No huyo, no estoy asustada; estoy jugando al escondite con dos chicos. Dos gemelos extravagantes. De pronto la escucho:

¡Qué le corten la cabeza!oigo el filo del objeto cortante en el aire.

Despierto asustada y bañada en un sudor frío.

¿Otra pesadilla, Alicia? me pregunta el hombre sentado en mi escritorio con su gran sombrero y una taza de té en las manos.

No lo sé. Creo estar soñando aún me levanto para ir al baño y lavarme la cara con agua fría. 

Cuando vuelvo el hombre ya no está y sé que he despertado. Hoy no tengo clases, así que mi hermana me ha propuesto que esta tarde vayamos al parque a merendar. Hace tiempo que no hacemos ninguna actividad juntas, por ello acepto de inmediato. Puede ser divertido.

Y así resulta ser. La tarde pasa amena entre risas y confidencias. Entonces lo veo pasar: un conejo blanco con un traje gritando que es tarde, muy tarde, mientras mira su reloj.

Es tarde repito olvidándome de mi hermana, de donde estoy, centrándome solo en el animal hasta perderle de vista.

Es verdad contesta mi hermana Es tarde, volvamos ya.

Camino ausente de vuelta, perdida en las realidades que me rodean. Intentado averiguar cuál es la verdadera, cuál la fantasía.
Esa noche vuelvo a soñar; no obstante, no estoy en aquel bosque. Me encuentro en un lugar siniestro y misterioso rodeada de espejos. En ellos decenas de Alicias que me miran y yo les devuelvo la mirada.
Preguntándome si soy yo quien produce el reflejo o solo uno más y si es así, de todas ellas quién es la verdadera.
Alzo la cabeza y solo ve obscuridad pero aún así soy capaz de descubrir la verdad y, al hacerlo, formulo en silencio mi pregunta.

Alicia fue capaz de mirar más allá de lo que le rodeaba, más allá de lo que le cubría, más allá de estas palabras que se escriben y miró directamente a la autora.
Me miró.
Supe en su cristalina mirada cuál era su pregunta. ¿Qué realidad debía elegir? ¿Aquella que a trazos de ilusiones invocaba su infancia y la libertad? ¿Su presente en el debía preocuparse por el futuro? ¿O en la que era solo un personaje literario?
La observé devolviéndole la mirada y con ella una respuesta. La que tanto ansiaba.


Le dejé elegir.



lunes, 7 de marzo de 2016

Mala persona

Mantiene la taza caliente en sus manos, eso le reconforta pero a la vez evoca una cierta nostalgia, ¿o tal vez es tristeza?  Quizás esté aflorando ese sentimiento depresivo que, a veces, le acompaña. No lo sabe aunque tampoco le importa demasiado, no ahora. Sí que sabe reconocer ese sentimiento que está ahí. Acechante.
Otra pelea más, daba igual con quien fuera, daba igual el motivo. Eso ya daba igual.
Tiene ganas de llorar pero no puede; más bien no quiere. Sabe que eso no le llevará a ningún lado y solo logrará que se sienta peor.
¿Será una mala persona?
De nuevo ese pensamiento como un eco perpetuo. Sabe que no. Que no lo es...o puede que sí. Puede que por ese se enfaden constantemente con ella, que ese sea el motivo de tantas discusiones; puede que por eso acaben abandonándola, distanciándose de ella.Sí, tal vez ha de ser eso. Todo el mundo no puede estar equivocado, ¿verdad? ¿A quién le gustaría estar con una mala persona? Obviamente nadie.

No quiere, ahora no, ver a nadie y, sin embargo, ansía un abrazo que la consuele.
No hace falta que le digan que todo está bien...¿lo está? Solo necesita un abrazo, en silencio y sentir ese cariño, tal vez ficticio, que emana junto con el calor de otra persona.
Solo quiere que por una vez sea alguien quien se gire para ayudarle. Pero para eso eso debería pedir ayuda y quiere hacerlo; no obstante las palabras mueren en su boca, selladas por sus propios labios que no gritarán.
Quizá solo sea remordimiento (por ser mala persona) y que por orgullo (porque sabe que nadie le ayudará por ser mala persona) no habla.

Y aun así su interior grita implorando que alguien venga, suplicando oír que no es mala persona y que los demás están equivocados.

Da el último sorbo al contenido de la taza, ya fría, sintiéndose más calmada. Aquella tormenta había cesado pero el cielo aún seguía oscuro, esperando un rayo de sol.

miércoles, 10 de febrero de 2016

Cambio en el modelo de la Barbie

Hace poco leí la noticia de que iban a cambiar el aspecto de la mítica muñeca Barbie  por uno que se acercara más a la realidad de las mujeres. Sin bien estoy a favor de ello, de que las niñas jueguen con muñecas que les muestren la diversidad de cuerpos y formas y no un único e idealizado aspecto, creo que no se está enfocando de manera correcta.



No digo que no haya sido una buena idea o esté bien. Además el hecho de que la muñeca tuviera, lo que era o es considerado, las medidas perfectas; ha ocasionado gran cantidad de quejas.
Pero reitero que nos estamos equivocando en la manera de enfocarlo.
Yo misma me he criado toda mi niñez rodeada de barbies, he tenido montones de ellas y no por ello me he sentido avergonzada de mi cuerpo -que queda lejos de las medidas perfectas- ni he tenido como modelo de belleza un cuerpo así. No quiero decir con esto que todas las niñas que hayan jugado, o estén jugando, con estas muñecas hayan pasado por problemas asó o vayan a tenerlos, ni mucho más lejos de la verdad. Solo matizar que el verdadero problema no está en la muñeca, pues nunca jugué a que mis muñecas fueran princesas que necesitaran ser salvadas por un príncipe; todo lo contrario. Era heroínas, guerreras, espías...Ellas eran quien salvaban al príncipe. Pero claro, yo también me crié con películas de las barbies donde eran ellas quien salvaban el reino y al príncipe. Películas como Barbie en el lago de los cisnes, Barbie Rapunzel, Barbie y el cascanueces  (puede que no sea el título correcto de las películas pero ya me entienden). En todas ellas sin bien es cierto que en algún momento se hallan en peligro y tienen que ser salvadas, son ellas quienes finalmente vencen al antagonista.
Ahora, hace poco mientras cuidaba de mi prima pequeña vi la nueva serie de la barbie que tanto le gusta a ella. Barbie in the dram house o algo así creo que se llamaba. Donde salía una chica pija, que tenía todo cuanto quería y que se preocupaba mucho -demasiado- por su aspecto, ropa...Es ahí donde debería hacerse el cambio. Cuando acabó el episodio mi prima decía que ella solo quería tener una casa tan grande como la de la serie y una habitación llena de ropa y zapatos.
Creo que esa es la imagen equivocada que están recibiendo muchas niñas y no solo el modelo o forma de la muñeca con la que juegan.
Además, la Barbie no es el único estereotipo que reciben hoy día en los juguetes, ¿alguien se acuerda de los Pin y Pon cómo eran antes?  No he leído ni escuchado tanta polémica respecto a como son ahora.
No sé si alguien sabe a que me refiero y de ser así, espero que entienda mi opinión.

lunes, 8 de febrero de 2016

El ángel enamorado

Era un ser celestial, tan majestuoso que escapaba a la imaginación. Sin embargo, esa la perfección traía consigo la arrogancia.
Arrogancia ante aquellos seres inferiores.
Seres que caminaban por la tierra. Los miraba con desprecio, los miraba sin entender cómo eran capaces de destruirse, cómo sucumbían ante los más básicos instintos de ira y venganza.
Si, era un ángel pero también era arrogante, creía , en la falsa perfección con la que había sido dotado, poder cambiar a los seres humanos. Y con esa intención bajó a la Tierra.
Todo aquello cuanto vio le hizo creer que había bajado al reino prohibido, aquel lugar donde el fuego arde eternamente. Aquel reino que ganó uno de sus hermanos al revelarse contra el poder de su creador.
Era capaz de sentir, de percibir un dolor más allá de que hubiera imaginado soportable, aquellos seres habían hecho de su propio lugar un infierno mientras suplicaban a la divinidad que les adoraba una ayuda, un milagro. ¿Cómo? ¿Cómo podían esperar la ayuda de nadie si ellos mismos eran los causantes de su propio dolor, del dolor ajeno?
Quiso acabar con todo. Quiso blandir su justiciera espada contra aquellos que pecaban y así desenvainó su espada; sin embargo, no llegó a blandirla. Se quedó observando uno de aquellos humanos.
Era un ser imperfecto, no había nada que pudiera llamar su atención a la de otros. Pero se enamoró, dentro de aquel ser brillaba las esperanza y la bondad, cierta empatía y solidaridad; al igual que también se hallaba los más oscuros sentimientos de odio y venganza. Eran dos fuerzas completamente opuestas, no había forma de mantenerlas en equilibrio pero, sin embargo, aquel ser lo conseguía.
No podía entenderlo. Era imposible albergar sentimientos de odio sin caer en él. No era posible coquetear con la ira sin dejarse seducir por ella. Así se lo habían enseñado.
Y sin embargo; lo que sus ojos podían ver le demostraban lo contrario.
Olvidó que al salir del paraíso se volvía susceptible a aquellas emociones que cubrían el mundo como un manto.
Pese a que seguía siendo un ser divino, aquello que una vez infectó a uno de sus hermanos, lo estaba infectando a él. Aquello que denominaban: humanidad.
Comenzó a seguir a ese ser imperfecto, observándole a distancia. Su comportamiento era como poco paradójico. Hubo momentos en que demostraba tener amabilidad hacia otras criaturas como fue alimentando a un perro callejero mientras, seguidamente, ignoraba a otro ser que pedía ayuda ,en la calle, para él y su familia.
No fue capaz de recordar que su presencia no era más que meras ilusiones e imaginaciones para los mortales, donde ya no creían en seres fantásticos; no obstante, seguía siendo susceptibles a su presencia. Cuando se giró y sus ojos se toparon con aquel ser celestial, se sintió abrumada, confundida y asustada. Salió corriendo siendo sus piernas impulsadas por aquel instinto más básico que siempre les había caracterizado en las peores situaciones: la supervivencia.
Dentro de sí mismo sintió como si algo se quebrara cual cristal. El ángel olvidó que el castigo por descender sin el consentimiento de su creador era sentir al igual que lo hacían las personas.
El tiempo, elemento extraño pues allá de donde provenía no existía, comenzó a transcurrir.
Así se convirtió en un recuerdo olvidado, en un murmullo silenciado por el viento, en una ilusión infantil, en un sueño finalizado por sí mismo.
Lo era todo y se convirtió en nada.
Quedó vagando, de forma indefinida por aquellos lugares. Confundía los días, las noches. Hasta que volvió a verle. A ese ser que le había anclado en la tierra, se encontraba suplicando por un poco más de tiempo. Sus ojos se marchitaban, luchaba por no dejarse abrazar por la sombra de la vida. Entonces se miraron de nuevo. Brillaban un poco de esperanza en su interior aún y antes de cerrar los ojos, en su último aliento una disculpa y una suplica.
El pobre ángel enamorado no pudo hacerlo. No pudo dejar que Ella se llevara su alma. Sabía el precio que tendría que pagar pero no le importaba.
No le importó dejarse abrazar por su hermano caído, no le importó que las puertas del cielo se cerraran ni tampoco le importó quedarse atrapado para toda la eternidad en ese terreno neutral.
No era un ser maligno, no podía ni quería acercarse a ese lugar prohibido tampoco era un ser celestial para volver.
Podían salvar las vidas de las personas, podían sanar heridas y enfermedades que ni siquiera en el futuro más avanzado podrían curar y no les pasaría nada. No obstante, para devolver una vida debían perder sus alas.



sábado, 6 de febrero de 2016

No estés triste, no llores

¿Cuántas veces habremos escuchados esas palabras en nuestra vida?  Seguramente más de las que pudiéramos recordar.

Eso no es motivo para llorar.
No tiene importancia como para que derramar lágrimas.
Eso es una tontería para ponerse así....

Y miles de frases así hemos escuchado cientos de veces cada vez que no sentíamos abatidos, que no encontrábamos las fuerzas para sonreír. Cada vez que la vida nos golpeaba de tal manera que rompía nuestra monotonía, nuestros esquemas, nuestro mundo.
Tal vez, a ojos ajenos no aquello que nos sucedía no era nada pero a nosotros nos había roto.
Y, aun así, no se nos permitía estar tristes. Perdón, me corrijo, no se nos permite estar tristes, ¿por qué?
¿Por qué todo sentimiento ajeno a la felicidad o la alegría es malo?

Vale, a nadie le gusta estar triste ni llorar, mucho menos ver a algún ser querido que está así. Sin embargo, es necesario. A veces, es necesario que estemos tristes, que podamos llorar, es un sentimiento y somos humanos, no todo será perfecto siempre ni nunca. Es como cuando nos hacemos una herida y ésta sangra y nos duele; ahí nadie nos dice, "no sangres, que no te duela".
Puede que el motivo de ellos es porque es algo que ellos ven y saben que duele, cuando nos sentimos tristes nadie puede abrirnos en dos y mirar si interiormente debemos estar tristes o no y aunque no fuera así, aunque no fuera motivo suficiente, ¿por qué no podemos estarlo?
Es una forma de curarnos, de sanar heridas y no tiene por qué ser malo.
No siempre necesitamos a alguien que nos diga que no debemos llorar, eso solo consigue aumentar nuestro llanto o desconsuelo, a veces solo necesitamos que nos dejen llorar tranquilo para que podamos desahogarnos.

No es bueno acumular sentimientos, no es bueno fingir que nos sentimos alegres cuando no lo estamos.
Tampoco digo que sea bueno estar continuamente tristes, claro que no. Hay que tener cuidado, la tristeza es adictiva y podemos acabar cayendo en ella sin motivo alguno.

Simplemente quería decir que no es malo que lloremos cuando los necesitamos, en ocasiones después de "una llantina" conseguimos ver las cosas diferentes, es cuando nos levantamos. Cuando la herida ha dejado de sangrar, es después de un periodo de tristeza cuando la herida comienza a sanar; cuando el tiempo cura. No antes.

miércoles, 3 de febrero de 2016

Detente un segundo, respira, mira....

Acércate este momento en que nace la noche o muere el día. Deja descalzos tus pies, que sientan el suelo que te sostiene y siempre pisas, dejar que el aroma ignorado de la tierra te envuelva. Y siéntate aquí -donde no llegan los hilos de la sociedad-, un segundo, un minuto, una hora....Deja que tus ojos acaricien el paisaje y percátate de aquello que se oculta a los que no son capaces de observar.
Olvídate del tiempo y de que nuestro pasar es efímero, recuerda cómo formas parte de este mundo.
Tan solo quédate quieto y abandona ese afán por alcanzar una meta que nos ha sido impuesta.
Solo comprende lo que te rodea, que estas vivo, solo hasta que nazca el día o muera la noche.


(la imagen no me pertenece)

jueves, 21 de enero de 2016

Errante

Volar. Volar. Volar. Es una palabra tan simple. Para algunos es un imposible, para otros todo un reto que han de superar, para mi es la vida.
Estar entre las nubes, más alto que ellas y sentir que no hay nada que pueda aferrarte a la tierra; sentir una libertad imposible a ras del suelo, donde las barreras desaparecen y donde sientes que eres capaz de todo. De alcanzar el mismo sol.
No tengo un lugar al que llamar hogar adonde volver, tampoco lo necesito. Solo el simple hecho de poder ir donde quiera, de saber que puedo volar es suficiente para mi.
Es extraño hablar con aquellos que cada año, pese a viajar, vuelven al punto de partida o aquellos que nunca se han atrevido a cruzar los límites del horizonte. Se lamentan de mi, me tienen lástima por no tener donde volver, por estar desplazándome continuamente de un lugar a otro. Para ellos me he convertido en un ser errante.
Soy yo quien siente lástima de ellos por querer encadenarse a un solo sitio e ignorar todo lo que el mundo les puede ofrecer.
He visto lugares maravilloso, tales que parecían sueños: desiertos de nieve, mares de pétalos, árboles tan altos que desafiaban a las nubes; he visto las casas más particulares y pintorescas, casi imposibles de imaginar. Sin embargo, también,  he sido espectador de la desolación. He llegado a lugares tan inhóspitos donde la presencia de cualquier extraño era rechazada, donde la muerte se encontraba en los ojos de quienes miraba.
De cada lugar aprendí un poco y me llevé un poco, tal vez, incluso dejé algo de mí.
Por ello cuando llegué el final de mis días no habrá tumba para mí, pues mi cuerpo no yacerá en un único lugar.

domingo, 17 de enero de 2016

Lo correcto

La nieve caía. Caía sobre las tejas de las casas, sobre el techo de los coches, sobre los adoquines de las aceras y sobre sus hombros mientras miraba aquel barco que se alejaba amparado en la seguridad de la noche. Tenía las manos metidas en los bolsillos de aquel negro abrigo que le llegaba hasta las rodillas, se arrepentía de no haber cogido la bufanda; pues pese a la poca luminosidad podía ver su aliento.
Se preguntaba si había hecho lo correcto. Pronto se casaría, tendría una vida normal. Iría al trabajo, tendría hijos, uno o dos, tal vez un perro también y los domingos irían todos juntos al parque. Sería una vida perfecta ya que tenía la completa seguridad de que la persona con quien iba a contraer matrimonio le sería fiel y le amaba.
Sin embargo, al fin y al cabo sería una vida monótona. Por eso no podía dejar de duda, su sueño: recorrer el mundo, se alejaba cada vez más. La posibilidad de vivir una aventura era ahora un pequeño punto luminoso sobre las obscuras aguas.
Unos pasos amortiguados por el blanco manto le hicieron girarse; las luces del puerto iluminaron su rostro y pudo ver aquellos ojos tan cargados de gratitud como de culpabilidad.
Puede que se arrepintiera pero sabía que había hecho lo correcto.

jueves, 7 de enero de 2016

Reencuentro enterno

Caminaba por la orilla de la playa, descalzo, quería sentir la arena en los pies y el frío de las olas al romper. Tal vez me lo parezca a mi pero cuando la nostalgia te invade parece que somos capaces de sentir más: la vida, la muerte, incluso el paso del tiempo. No te parece extraño que queramos atrapar algo que no podemos, algo que escapa de nosotros incluso antes de nacer; siempre hemos querido retener el tiempo, tal vez, de alguna forma lo que buscábamos era detenerlo pero no podemos. No podemos detener su avance ni lo que trae consigo, sabes a que me refiero, ¿verdad? Recuerdo cuando venía con ella y soltaba mi mano antes de comenzar a correr entre las olas. Reía. Era una risa como la brisa, de esas que sientes por todo el cuerpo y te hacen sentir un cosquilleo en el estómago, de esas que sin saber por qué te hacen sentir especial con solo escucharlas pero era una risa melancólica. Desde que la conocí fue una chica triste y, sin embargo, allá donde fuera atraía la felicidad. Era algo insólito. Intenté hacerla feliz, como ella me hacía a mi. Nunca lo logré, tal vez por eso se fue.
Alcé la vista y la encontré allí de pie, en el acantilado donde solíamos ir para ver como el sol era engullido por el mar. Estaba tan bella como el día que se marchó, con ese vestido verde que le regalé y que le quedaba tan bien. No podía verle la cara pero sabía que su rostro estaba sereno, con una leve sonrisa.
El viento mecía su cabello y hacía ondear el vestido como aquel día. Era todo exactamente igual que aquel día. ¿No te parece sorprendente?
Cuando llegué a la cima del acantilado la vi en el borde, esperándome. Cuando me acerqué saltó extendiendo su mano hacia mi...como aquel día. Entonces creí que me estaba pidiendo que la salvara, no podía estar más equivocado. Había tomado su decisión y no necesitaba ser salvada, jamás necesitó que nadie la salvara. Me pedía que fuera con ella.
Y así lo hice esta vez. Cuando alcancé su mano me sonrió y puedo asegurar que no había tristeza en ella. ¿No te parece misteriosa la tranquilidad que se puede llegar a sentir cuando sabes con certeza el final? Es agradable.
Gabriel, querido amigo, ¿podrás perdonarme? ¿Podrás disculparme por haberme marchado así, sin despedirme? No tenía fuerzas suficientes para seguir haciéndola esperar, no era capaz. ¿Me harías un último favor? Entierra nuestros cuerpos en aquel lugar perdido y olvidado, en medio de aquel desierto verde que tanto le gustaba a ella. Esta vez si encontraréis su cuerpo, junto al mío o tal vez no nos encontréis a ninguno, quien sabe. No me preocuparé por ello, ahora estoy a su lado y es todo lo que me importa.
Amigo mío, nunca he sentido tanta felicidad como ahora, puede que ella fuera la única en darse cuenta de la tristeza que residía en mi.
No tengas prisa por venir, por favor, a mi ya no me quedaba nada; sin embargo, eran tantas las cosas que querías hacer. ¡Adelante! Ve y hazlas, el tiempo ya no pasa para nosotros. Te estaremos esperando, escucharemos tus maravillosas historias y nos sentiremos dichosos cuando nos cuentes cómo son tus hijos y tus nietos. Por eso amigo mío vive como siempre quisiste vivir, que yo he encontrado en la muerte lo que siempre busqué en la vida.

N/A: Esta historia se me ocurrió mientras leía "Suicidios ejemplares"  de Enrique Vila-Matas, de ahí el tema principal que trato.