domingo, 13 de noviembre de 2016

Tal vez un nuevo hogar

Sus caras lo dicen todo. No hace falta hablar, ya sé donde vamos. Adonde me llevan.
Tal vez sea la cuarta o quinta vez que me ocurre.
Subimos al coche en silencio. Mamá, o bueno, la que durante estos meses así escuché que la llamaban; se gira hacia a mí desde el asiento delantero. Me mira con pena pero eso no cambiará lo que va a suceder.
Lo siento, me dice antes de volver a girarse.
Isabel se ha quedado en casa. Mi compañera de juegos, mi amiga, mi familia...
No soporta la idea de que me...me devuelva. Lloraba mucho y pataelaba buscando, de alguna manera, hacerles cambiar de idea. Sus últimas palabras fueron que volvería a por mí, a buscarme donde sea necesario; sin embargo, sé que no será así. Nunca vuelven.

El paisaje cambia veloz a través de la ventanilla y en pocos minutos volvemos a estar delante de ese gran edifico rojo del que no hace más de siete meses me sacaron.
La mujer, que desde que recuerdo trabaja aquí cuidando de nosotros, nos mira. Me mira para luego negar levente con la cabeza.
Intercambia unas palabras con ellos, tal vez defiendo la absurdez de su excusa, la cual prefiero no escuchar.
Evitando prestar atención a lo que dicen miro por la ventana atento a lo que pasa al otro lado. Puedo ver una enorme extensión de tierra cubierta de arbustos y árboles, también un parque y... nada más.
Poco después veo el coche en el que vine alejarse, la mujer me acaricia la cabeza sonriente y me susurra unas palabras de consuelo. La miro desolado, ambos sabemos que después de esto será muy difícil que otra familia vuelva a adoptarme.

Me lleva a la que será mi nueva habitación, por el camino puedo comprobar que desde que me marché han venido nuevos compañeros.  Aunque también los hay que están aquí desde que me fui. Cada uno con su historia detrás de aquellos ojos que miran con ilusión a cualquiera que deseé darle un nuevo hogar. Conozco solo alguna de ellas y puedo decir que, pese a que son muy pocas, las hay realmente aterradoras. Me sorprende como pese a todo lo que les sucedió siguen hacia delante. Sin rendirse.
Me acurruco en aquella fría y pequeña cama y por más que lo intento no consigo evitar llorar. Pensaba que esta vez era la definitiva pero al parecer me había equivocado. Otra vez.

La esperanza de que una familia nueva me adopte se desvanece con el paso de los días, meses y años. Y es normal, quienes vienen buscan uno pequeño para poder criarlo, y si es posible que sea guapo. Por que para qué nos vamos a engañar, el físico juega mucho a favor de ello y el mío precisamente me da la espalda; además, soy demasiado mayor para ellos pero no lo suficiente para que todavía me saquen. Solo a los más ancianos se los llevan, nadie sabe a qué lugar, nunca vuelven para contarlo. Hay cientos de historias sobre lo que ocurre, mas ninguna de ellas completamente verídica.
Aquí nos tratan bien, somos como una gran familia. Juegan con nosotros, nos cuidan, nos curan cuando enfermamos, la comida no está mal aunque no es especialmente abundante.

Me levanto y acerco a la puerta al escuchar jaleo. Todos están muy emocionado y nerviosos. Al parecer hay una nueva familia, una oportunidad de encontrar un hogar. Tal vez yo debería estar así también; no obstante, mi euforia es nula. Sé que no vienen a por mí, que no me llevarán con ellos.
La puerta se abre dando paso a un muchacho de unos ocho o nueve años. Va pasando por delante de cada uno de nosotros sin pararse a mirar detenidamente a ninguno. Lo veo acercarse, tiene el pelo enredado y rizado, el rostro cubierto de pecas, unas gafas enormes que cubre sus ojos y más de media cara y metal en los dientes.
Miro por donde ha venido y me topo con dos adultos más, quienes supongo serán sus padres. Los observo, le miran con cariño y ternura, amor infinito y, aún así, atisbo en sus ojos pena.

Después de dar algunas vueltas se detiene finalmente frente a mí. Mi corazón comienza a latir fuerte y a albergar esperanza. Sus iris fijos en los míos me hace creer que es capaz de entenderme, de comprender mi historia; y yo, de ver una historia en él similar a la mía. Levanta la mano y me señala.
Asiente cuando le preguntan si está seguro de que es a mí a quien quiere. Cuando salimos me abraza y sonríe asegurando que estará siempre a mi lado. Me sienta a su lado en el coche, pegado a su pequeño cuerpo como si temiera que me fuese a escapar.
Ahora serás mi mejor amigo, dice mientras me vuelve a abrazar.
Aunque temo que vuelva a pasar, le creo. Confío en él para encontrar una nueva familia, donde me quiera de verdad, un verdadero hogar.

Cariño, ¿por qué escogiste a ese perro y no otro?, pregunta el hombre de porte fuerte que conduce.
Porque es como yo, dice el pequeño, Le abandonaron, no tiene amigos ni familia

Pero tú si tienes familia, argumenta la mujer con ternura. Sabe lo mal que lo ha pasado su hijo en la escuela.
Y ahora él también., el chico sonríe.

Y un amigo. Ahora también tengo un amigo. Prometo que pase lo que pase jamás te abandonaré.



jueves, 3 de noviembre de 2016

Unstoppable

Imparable.

El mundo se consume en un caos que durante demasiado tiempo se predijo sin que nadie hiciera nada.
Veo a quienes buscan el perdón del dios en el que creen o creían, quizás ahora solo recen porque no saben que más hacer.
El dinero ha dejado de tener importancia, no son más que papeles de colores con números impresos, aún así hay quien, aún, mata por ellos.
Se han convertido en seres que se mueven por instinto. Sin alma, ni esperanza ni familia.

Todo fue demasiado rápido. Como un suspiro o el aleteo de una mariposa. Comenzó en Asia pero parecía tan lejano, un hecho que jamás nos repercutiría. Todavía sigo sin entender muy bien que fue lo que pasó. Cuál fue el comienzo. De un día para otro la cuidad quedó devastada y ,con ella, mi mundo.
No existe nada en lo que puedas confiar.
No hay leyes ni orden.

Imparable. Sé que no lo soy.

Mi rostro está sucio, cubierto de ceniza, al igual que mis manos y ropa.
Los pulmones me arden por el esfuerzo y las piernas me duelen de tanto correr, mis fuerzas comienzan a flaquear.
Nadie parece percatarse de mi presencia pero temo que si me paro pueda lamentarlo (sé que será así).
Intento esquivar los escombros y el fuego pero no siempre lo consigo, no siempre es posible.
Las heridas y magulladuras de mi cuerpo lo demuestran.
Piso sobre cristales que se quiebran bajo mi peso, fragmentos de diversos materiales que, algunos, han llegado a provocarme pequeños cortes en los pies.
Sin embargo nada de esto me detiene. No puedo permitirlo.

Ellos me esperan.

Imparable. Sé que no soy. Sé que debo serlo.


N/A: La canción de Sia Unstoppable, cuyo titulo he escogido también para el del relato, ha sido mi inspiración para escribirlo.