viernes, 21 de septiembre de 2018

De recuerdo el mar



Le resultaba curioso como las personas que había vivido cerca del mar, o en su defecto, nacido; siempre tendían a volver a estar cerca de esa inmensidad de agua.

Nunca lo había entendido. Él fue un chico de cuidad, los veranos también los pasaba allí. Pocas veces había salido de aquel maremágnum de edificios colosales, que se extendían hasta donde abarcaba la vista y de calles repletas de coches y transeúntes.

Nunca lo entendió…hasta que la conoció a ella.

Era la chica más imprudente que jamás conoció y conocería, valiente y con la cabeza llena de peces. No se pensaba las cosas más de dos veces y no aceptaba un “no” por respuesta. Solo podía sentir admiración y respeto por ella, como no fue capaz de sentir por nadie. Se podía pasar horas y horas con ella, escuchándola, siguiéndola en sus alocadas ideas. Le gustaba cómo era capaz de relatarlo todo como si de un cuento se tratase, su voz lo hipnotizaba. Hablaba sobre todo del mar, de lo que le gustaba y hablaba de ello con una pasión que a él también le hacía anhelarlo.

Ella no quería ser princesa, ni esperaba a ningún príncipe o milagro para conseguir lo que quería. Tenía claros sus objetivos y como lo conseguiría. Nada ni nadie podrían detenerla.

Decía que llegaría al fin del mundo, a ese punto en el horizonte donde se tocan el cielo y la tierra; en un instante que fuese tan difuso que ya no se reconociera donde empieza y termina uno u otro. Por eso le gustaba tanto el mar al anochecer, contaba que cuando el sol se iba y la noche llegaba era la oportunidad perfecta para alcanzar el cielo desde el mar.

No se casó nunca ni quiso hacerlo. Tampoco tuvo hijos, no le gustaban los niños y no creía que, como decían, tuviese que tenerlos para sentirse una mujer completa.

Cuando terminó d relatar aquella historia miró a la mujer que tenía a su lado. De edades similares ambos, el tiempo les había dejado sus marcas en la piel y cabello. Esperaba expectante algún gesto por su parte, dudaba hasta que punto le había escuchado o si lo había hecho siquiera.

—Parece una gran mujer— dijo al fin.

—Lo es—respondió él. —Aunque ella ya no lo recuerda— añadió con tristeza.

—Es una lástima— comentó. Guardó silencio unos instantes perdida entre pensamientos y recuerdos que no creía tener y que olvidaría. —No recordaba cuando me gustaba el mar.

Una tenue sonrisa se formó en el rostro de él, ambos miraban al horizonte: —Yo sí.

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